lunes, 2 de agosto de 2021

Reseña: Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda

 

Ficha técnica

Título

Un viejo que leía novelas de amor

Autor

Luis Sepúlveda

Editorial

Tusquets Editores

Primera impresión

1992

Impresión

Chile

La literatura es un mundo basto, y virtualmente infinito para un lector, a tal punto que toda una vida promedio, no alcanzaría para leer un pequeño porcentaje de las obras existentes. Esto puede frustrar o encantar. Primero, porque al amar la lectura, los límites de la vida humana terminan por ser un obstáculo infranqueable. Tendrás no solo que morir, sino que, con la edad, las capacidades cognitivas decaen irremediablemente. Esto, al tiempo que llegan a nuestras vidas obras que no volverías a releer. Por otro lado, saber que existe todo un universo de lecturas esperando allá afuera, a la vuelta de una recomendación, una compra o un clic, y te emociona descubrir esas nuevas historias. Esa última experiencia, es la que traigo hoy a ustedes.

Un viejo que leía novelas de amor, es una novela que de entrada puede despistar por el título. Pues, lo que encontramos acá es una historia bastante descentralizada. Es decir, si bien el protagonista principal es un lector de novelas de amor, la trama tiene relación tanto con su lectura de novelas, que es consecuencia de su historia. Pero me centraré.

Nos encontramos en El Idilio. Un pequeño poblado en la espesura de la amazonia ecuatoriana, cuya cercanía con lo urbano, se hace mayormente a través de lancha. Esto da como resultado aquel retrato clásico que viene hasta nuestros días, donde el Estado de un país suramericano hace presencia con nimiedades, al tiempo que vea algún beneficio económico. Esto da como resultado, un lugar apartado, falto de recursos a comparación de los centros urbanos (de los cuales solo se tendrán referencia).

Tenemos de entrada al doctor Rubicundo Loachamín. Un hombre dedicado a la extracción de dientes, sin anestesia, de los pobladores de la zona, y que se caracteriza no solo por su mala vibra con los pacientes quejicas, sino por acusar de todos los problemas al Gobierno. Este hombre tiene una relación estrecha el protagonista principal: Antonio José Bolívar Proaño. Más conocido como el viejo. En principio parece que este viejo no pasa de ser uno más de los clientes de Loachamín, además de un conocido más, y otro habitante de El Idilio. Pero su relevancia comienza a surgir cuando llega a puerto un muerto.

El Idilio cuenta, como cualquier poblado, con un alcalde. En la historia nunca sabremos su nombre, cosa por demás irrelevante, porque se referirán a el como la babosa o el gordo. Esto no solo describe su físico excepcional en comparación a los lugareños, sino porque su excesivo tamaño lo hace desagradable por sus movimientos y su sudoración excesiva. Cosa que se realza con el carácter autoritario que trata de ejercer, junto a su temperamento que exterioriza con gritos y actos de cobardía.

Antonio José Bolívar toma protagonismo cuando, enfrentándose con un tono sincero y pragmático al alcalde, da explicación de la posible causa de la muerte del hombre que ha llegado a puerto. Esto se da, porque el alcalde inculpará a los indígenas shuar de la muerte del hombre. Cosa que refutará el viejo a base de argumentos, además de su reputación en el poblado, con la evidencia que presenta el cuerpo:

—Disculpe. Usted está cagando fuera del tiesto. Esa no es herida de machete.

—Se escuchó la voz de Antonio José Bolívar. El alcalde estrujó con furia el pañuelo.

—Y tú, ¿qué sabes?

—Yo sé lo que veo.

El viejo se acercó al cadáver, se inclinó, le movió la cabeza y abrió la herida con los dedos.

—¿Ve las carnes abiertas en filas? ¿Ve cómo en la quijada son más profundas y a medida que bajan se vuelven más superficiales? ¿Ve que no es uno, sino cuatro tajos?

—¿Qué diablos quieres decirme con eso?

—Que no hay machetes de cuatro hojas. Zarpazo. Es un zarpazo de tigrillo. Un animal adulto lo mató. Venga. Huela.

 

Así, desde el primer capítulo, se planteará el problema de la caza de una tigrilla, dentro de la espesura de la selva, que ataca a los humanos.

Hasta este punto he hecho un breve resumen del primer capítulo, por lo demás escaso en la riqueza y a la vez simplicidad lingüística, que plasma Luis Sepúlveda en este libro. Y pongo esto de relevancia porque aquí encontraremos un libro colmado de referencias históricas, como datos interesantes, de la forma de vivir de los indígenas, sus costumbres, sus relaciones con la selva, así como con los hombres blancos, y esa interminable problemática que arrastramos hasta nuestros días, de la forma inmisericorde en que se devoran los recursos naturales.

También, como escribí al principio, tenemos un texto que manifiesta el abandono estatal, que se ve reflejado en la falta de interés por la conservación de los espacios indígenas o reservas naturales. No. Lo que interesa al extranjero es la explotación de los recursos a favor de crecimiento económico, como del mero egocentrismo del dominio de lo salvaje; última característica esta, que llevó al desarrollo del problema del ataque de la tigrilla.



Veremos el desarraigo de los animales y los nativos a lugares que les exigirán nuevas estrategias de vida por la depredación de la selva. Tendremos referencia de la acción de una petrolera, y de la diferencia entre el ciudadano que tiene conocimientos teóricos de cómo gobernar (el alcalde), en contraposición a los lugareños, y el saber práctico de sobrevivir (Antonio José Bolívar y lo shuar. También, por su puesto, como toda temática se condensa en nuestro protagonista, que, por su historia, termina por ser una especie de híbrido. Entre el hombre de pueblo selvático, con conocimientos de indígena y enamorado de las novelas de amor occidentales.

Me quedaría corto al tratar de describir todo lo que trae en sus páginas esta obra, que va desde la ambientación del salvaje clima selvático, que te exige estrategias claras de supervivencia. La manera en que esa misma selva trans forma a aquellos que logran sobrevivir. La espiritualidad como el honor que pierde el hombre occidental, al igual que las consideraciones alrededor del llamado de atención alrededor del ecologismo.

Una novela corta, de apenas ocho capítulos y poco más de cincuenta páginas de contenido, pero que no solo llena las expectativas del lector, sino que es consistente, interesante y muy real.

No conocía este autor hasta que Andrés Vargas, promotor de lectura mexicano, cuya cuenta de Instagram es @atrapadoensuspáginas, nos habló tanto de leer este texto dentro de las lecturas conjuntas, que accedimos, y fue una maravillosa sorpresa.

En el momento que publico esta reseña, no se llevado la lectura conjunta. Pido disculpas de antemano, pues no resistí leer la novela, pero me esfuerzo en no revelar aquella profundidad de la que goza la misma, tanto en su tratamiento en la relación del hombre con la naturaleza, como los procesos que desconocemos de la vida en la selva viva.

Con mucho cariño, R31K3


Les dejo el audiolibro en mi canal



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