lunes, 15 de noviembre de 2021

Reseña: Los viernes de Nathalie Schmidt

 

Ficha técnica

Título

Los viernes – Retratos del día a día

Autor

Nathalie Schmidt

Editorial

ITA Editorial

Primera edición

2020

Impresión

Colombia

Páginas

70

ISBN

9798575082323

Si alguien se nos acerca a pedirnos un consejo acerca de un autor, ¿Qué tendemos a seleccionar? Tal vez un García Márquez, un Rulfo o un Vargas Llosa. Seguramente si vamos al viejo continente, pasaremos por un James Joyce, Virginia Wolf, Tolstoi etc. Pero todos ellos alguna vez fueron pequeños. Comenzaron con pequeñas cosas y seguramente sus nombres se vería opacados por otros grandes de sus épocas. Por ello, y tratando de armas mis pinitos en la literatura, exploro autores que recién hacen los suyos, o muy poco han publicado.

Nathalie Schmidt es una Colombiana, de origen bogotano, la cual se gradúa de Lenguas modernas de la Universidad Javeriana y hace una maestría en Creación Literaria en la Universidad central. De esta última nace este libro, pues, dice en la información del libro, es su trabajo de grado. Con tal preámbulo, las expectativas son especialmente altas, ¿no?

Bueno, pues entrando en materia técnica, este libro de 70 páginas tiene ocho cuentos titulados: Lo rutinario, Anna, Doña Soledad, La casa Azul, Antropofagia, Baile, Asfixia y Los viernes no se come pez. Por comprensión, los cuentos son bastante cortos, pero eso no es algo que deba subestimarse.

Ahora, en el momento que escribo esta reseña no estoy seguro cuales comentar o por donde comenzar, y realmente la primera vez que me pasa. ¿Por qué? De entrada, que sean textos tan familiares, pues todo pasa no solo en la ciudad de Bogotá, sino el lenguaje en propio de la capital colombiana, hace que exista cierto gusto y, siendo sincero, me hace sentir propenso a darle un visto bueno; también, que hay de tanto que podría hablar de los cuentos (tanto bueno como malo),   que me exigen cabeza fría para no ir de aquí para allá favoreciendo solo una perspectiva. Por eso, optaré por hablar de solo dos cuentos de manera más precisa, y de otros solo de renombre.

Iniciaré con el primero en lista: Lo rutinario. Precedido por un fragmento de la banda Voltaire, cosa por demás recurrente en este libro, el cuento nos narrará la vida de Daniel. Un típico hombre de oficina, pero que, a diferencia de otros, es un lobo solitario. Qué digo lobo solitario, es casi un fantasma para el mundo entero. Ese desierto social se ve reforzado por su propio carácter. Es un hombre que dedicó todo su tiempo al trabajo a cambio de una disminución de sus amistades. A esto, sus intentos de participar en las actividades de la empresa, como lo es el almuerzo o la fiesta, se ven afectados negativamente, pues los temas de conversación “logran hacerlo bostezar y abandonar cualquier intento de conversación”. Desprecia a sus compañeros, como a su familia, de la cual solo se nombra a su hermana que le regaló un gato; animal al que odia.

Esto lo sume en todo un paradigma nihilista. No le importa prácticamente nada a causa de su diario vivir. Está encerrado en un ciclo perpetuo de repetir las idas y venidas del trabajo y la casa, sin mayor imprevisto. Incluso, un problema técnico con el servicio de transporte que utiliza, pasa como algo perteneciente a ese mismo hábito añejo.

Sin embargo, un extraño impulso, llámese verdadera curiosidad, lo atrapa al encontrar cosas singulares (¡muy singulares!), cerca a un cementerio. En este punto aparece lo únicamente caricaturesco, en buen sentido, a manera de un letrero que dice: ¿Aburrido? ¡Sal de la rutina! Sigue adelante. De allí se sigue uno de los fragmentos más extraños que he leído, y no porque sea especialmente ajeno a mí (lo digo por mis gustos en videojuegos y películas), sino porque la preparación del terreno de este hombre aburrido, junto a la portada del libro, y que sea el primer cuento, hace que sea perturbador. Deliciosamente perturbador.

Esto último, los giros argumentales con un tono oscuro y casi burlón, será lo que marcará la línea transversal de casi todas las historias, a veces tornándose más oscuras hacia donde crees que terminará con algo tipo slasher y otras que te hacen volver atrás para entender que pasó.


Asfixia es por mucho el que más me gustó de todos los cuentos. Acá tenemos al pequeño Martín. Un niño de clase media alta que todos los días en el bus al colegio busca ser saludado por su amor platónico: Laura. Una niña de grado once, que lo saluda en el bus, y la cual Martín siempre desea se siente al lado suyo. Sin embargo, el mayor problema es esa diferencia de edad, pues ella parece mucho mayor, ya que a él se le describe como un niño con peinado raya al medio por parte de su madre, y que en las clases se dedica a cosas como colorear o divertirse a jugar con piquis (nombre común en Colombia para las canicas o bolitas de cristal).

El golpe viene cuando un chico habla y se divierte con ella. Esto hace hervir la sangre de Martín, y que este tenga pensamientos impropios de su edad, sino que lleve a cabo actos que puedo resumir como atroces. Y aun diciendo esto, no estoy adelantando nada especialmente crucial, pues si bien es el contenido del cuento, la escritura como el desarrollo del mismo lo hacen muy bueno. De echo puede catalogarse como inconcluso, pues no se resuelve el misterio de lo que le esta sucediendo a Martín. Pero es tan bueno, que no es necesario.

Sin embargo (siempre tiene que existir un pero en el asunto), no todos los cuentos son buenos, y creo que es algo comprensible. Incluso existen inconsistencias en algunos de mis favoritos. Pero comencemos suave.

Retomando la historia de Daniel, hay algo que en particular me incomoda: una expresión. No me mal entiendan. No quiero sonar quisquilloso, pero una sola expresión mal usada puede causar un malestar general, pues quita credibilidad. La situación es la siguiente. Es un percance en un sistema de transporte, lo cual podría enojar a cualquiera, menos a Daniel claro está. Un pasajero dice “ – Este sistema de buses es muy infructuoso.” A lo que otro responde “ – Ni hablar de la mala actitud de los de Transmilenio”. ¿Infructuoso? ¿Mala actitud? Bueno, tal vez este último sea viable, pero ya con el primero, simplemente no se vuelve creíble. Parece una expresión de una viejita de estrato alto, que por ningún motivo usaría un servicio público. Además, sin importar el estrato en Colombia, lo normal en una situación de ese calibre, que al final de día que das varado después del trabajo o una jornada, y más un viernes, es un buen hijueputaso.

Otra aparece en Antropofagia, en la parte titulada Martes dice: “en la 72 debajo de la Caracas”. Para el que no lo sepa, la Caracas es una calle muy conocida de Bogotá, pero para referirse a un lugar al occidente de esta nunca, pero nunca en la vida, es escuchado la expresión “debajo”. Esto si tal vez existiera un subterráneo, pero nada parecido en lo más mínimo.

Ahora, que los cuentos sean deducibles es algo que puede ser bastante desalentador, pero cuando lo es totalmente es más que aburrido y hay que buscarle el lado bueno al texto en busca que compensar. Por eso, Anna y Los viernes no se come pez perjudican a la totalidad de los cuentos. Si bien Anna mantiene algo de seducción por su enfermedad y el resultado que se va desenvolviendo, Los viernes no se come pez apela más bien a un tipo de cuento infantil, que roza con la mitología tradicional, y hasta anecdótica, rayando en ser la oveja negra del libro, pues desencaja casi en su totalidad. Ni qué decir de Baile, donde la premisa que maneja es muy buena, pero el desenlace es totalmente previsible a causa de su estructura intercalada, donde interviene la voz de la realidad en contraste con la voz interna del protagonista, en un camino que te da todo masticado.

Creo que es un libro valioso, además por medico del cual conocí a la banda Voltaire, que es de la honda gótica, y de la cual extrae y contextualiza (si sabes inglés o te tomas la molestia de traducir las citas que aparecen en algunos cuentos) mucho, además el texto puede bajarse de una sola sentada, ofreciendo historias interesantes, apoyando que se apoya el talento floreciente de los nuevos escritores y a las nuevas editoriales, pues todo escritor fue shiquito shiquito (si alguno reconoce esta referencia cuéntenme) en algún momento, y encontrar a nuevos lectores es una tarea difícil, sea para ser alabado o criticado. Después de todo, lo importante no se ser amado u odiado, sino solo no ser ignorado.

Así, que si saben de escritores nuevos que puedan interesarme, de esos que se están esforzando por surgir, léanlos y denme la recomendación para tratar de adquirir sus obras.

Con dedicación, para ustedes

R31K3

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