lunes, 25 de abril de 2022

Reseña: Almas grises de Philippe Claudel

Ficha técnica

 

Título

Almas grises

Autor

Philippe Claudel

Tipo

Novela

Editorial

Salamandra

Primera edición

2003

Impresión

España

Páginas

134

El proceso de lectura es un riesgo en gran medida para el lector sensible. No solo por la inmersión que lleva a empatizar con los personajes u odiar a unos cuantos; incluso por la trama que puede llevar a la angustia por el desarrollo o, incluso, el mismo final. No. Sino por algo más común: el aburrimiento. Pero ese aburrimiento también puede tener un origen diferente a un argumento mal planteado, como a personajes no desarrollados satisfactoriamente. Al menos para mí, ha ocurrido en más de una ocasión, la distancia en el tipo de escritura que se mueve de un país a otro (y en este caso de un continente a otro), puede complicar sumamente la recepción de la obra (sin llegar a nombrar las diferencias temporales. Algo así, como pasar de leer la Ilíada o la Odisea de homero, a Ariadna de Jennifer Saint).

A esto se puede añadir que muchos lectores que tenemos experiencia de años entre letra y letra, terminamos por ir a la segura con cada lectura a partir de diferentes referencias. Sea premios que ha ganado el autor, las reseñas de su obra, las referencias en portales literarios o, la vieja confiable, la recomendación de un amigo. Esto hace que se tenga cierta confianza que, a veces, puede terminar en un desengaño, al menos si no se lee hasta el final el libro en cuestión.

Llegué a Almas grises de Philippe Claudel por una lectura conjunta, y por una referencia de confianza. Esto se reforzó cuando cuándo, buscando información sobre el libro, me entero de que había ganado un premio bastante importante (el Renaudot), y que en GoodReads tiene muy buenas calificaciones. Con tal iniciativa lo abordé.

La novela consiste en la trama de un recuerdo. Una memoria y confesión por parte de un habitante del lugar en el que transcurrirá la historia: el pueblo V. Emplazamiento cercano a Bélgica, cuyo ambiente se ve enrarecido por el momento histórico que está pasando: La primera guerra mundial. V está separada por una colina de una base militar, lo que hace que la movilización de tropas y armamento, como del eco de explosiones más o menos recurrentes, haga que, en definitiva, un ambiente tenso sea la regla.

Para el narrador ha tenido que pasar un lapso considerable para dar a conocer su historia. Ya desde este punto, encontramos en la pluma de Claudel una nostalgia y tristeza desmesurada, que podría incluso a desmotivar a quien siente vívidamente la lectura:

“No sé muy bien por dónde empezar. Es realmente difícil. Todo ese tiempo ido, que las palabras no harán volver jamás, y también los rostros, las sonrisas, las heridas… Pero aun así debo intentar decirlo. Decir lo que me roe el corazón desde hace veinte años. Los remordimientos y las grandes preguntas. Tengo que abrir el misterio con bisturí, como si fuera un vientre, y hundir en él las dos manos, aunque nada cambie nada de nada”

La narración se centrará en algo llamado el “Caso”. ¿Qué es? La muerte de una niña. El cuerpo de la pequeña hija de un tabernero, llamada Belle de Jour, aparece en un canal, en las inmediaciones de la propiedad de un exfiscal de V: Pierre-Ange Destinant. El Hombre, ya jubilado, era ampliamente conocido en el lugar. No solo por su profesión, lo cual hacía que se encontrara en la cima de determinar el futuro, la vida o la muerte, de acusados. No. Mejor, lo era por, uno, la frialdad con que desempeñaba su trabajo: “No sé muy bien por dónde empezar. Es realmente difícil. Todo ese tiempo ido, que las palabras no harán volver jamás, y también los rostros, las sonrisas, las heridas… Pero aun así debo intentar decirlo. Decir lo que me roe el corazón desde hace veinte años. Los remordimientos y las grandes preguntas. Tengo que abrir el misterio con bisturí, como si fuera un vientre, y hundir en él las dos manos, aunque nada cambie nada de nada… Destinat no se ensañaba con criminales de carne y hueso; defendía una idea, una sola idea, su idea del bien y del mal”.

Este hombre, de vida solitaria y cuadrada, pues tenía rutinas predecibles en su día a día, a pesar de tan fría imagen y ejecución de responsabilidades, era también conocido por su rectitud. Al menos a puertas abiertas hacia el pueblo. A ello se sumaba el rencor de muchas personas. No solo los condenados, sino aquellos que compartían con estos algún vínculo. Esto lo hará no solo el principal sospechoso, sino objetivo de unos cuantos. Esto último se hace patente, cuando se entiende que hay una especie de pelea, o pleito cazado, entre Destinat y el juez Mierck.

La muerte de la niña conmocionará al pueblo en general, y en especial al padre Bourache. Dueño de una taberna, ubicada frente a la iglesia de V, la cual Destinat tiende a acudir. Aun así, la personalidad bonachona y la manera en que el exfiscal trata al tabernero, harán que la pérdida de la niña sea llevadera. Por su puesto, Bourache no está solo, pues tiene dos pequeñas más.

El gris evoca en más de un sentido la ambientación de V. Es un color que impregna el paisaje tanto externo como interno. Es el corazón del lugar que invade a sus habitantes, y estos al mismo tiempo lo devuelven. Esto se evidencia en el examen que se hace de la pequeña Belle de Jour allí, en su lecho de muerte.

“De su boca no volvió a salir un «Belle de Jour», a pesar de que él también la llamaba así, como puedo atestiguar. Ahora hablaba de «la víctima», como si la muerte, además de arrebatarle la vida, también le hubiera robado su hermoso nombre de flor”.

Bajo la primera guerra mundial, y un lugar tan cercano a la realidad de la muerte, el suceso de la muerte de la pequeña, es contado a pasos paquidérmicos, donde cada vez que se hace algún tipo de avance en la historia, se profundiza en aspectos de los personajes. Nos enteraremos entonces de parte del pasado de Destinat y esposa fallecida, su historia como fiscal de V. También de cómo el narrador se relaciona con una mujer que llega a vivir en un pequeño lugar aledaño a la mansión de Destinat: Lysia Verhareine.


La virtud más grande este libro es hacer eco de su título, como nombré anteriormente. La melancolía invade cada escena, no sin su hálito de misterio, por desentrañar quien es el asesino. Porque si de algo hay razón, es que cualquiera podría ser, pues en épocas de guerra, hasta los criminales son usados como carne de cañón. En ese sentido, esos mismos soldados, entre heridos y muertos, son el toque esencial de V, donde relacionarse con el sufrimiento psicológico y físico es parte de la rutina. Algo que termina por adormecer los buenos sentimientos, y hasta intenciones, de cualquiera que se relacione con el lugar.

No puedo negar que me costó bastante entrar en la novela, pues la presentación de los personajes como el ambiente se me hacía algo engorroso. Por su puesto, leer sobre un asesinato y la revelación de quién lo hizo, es un gancho muy bueno para leer una obra, pero cuando superas tal cosa, y te adentras en la trama que nos regala Claudel, encuentras un texto el cual deseas terminar para saber si se resuelve, o no continuarlo por que te afecta con profundidad.

Personalmente es un libro majestuoso en un sentido poco común. O en un sentido poco tradicional para los márgenes que estamos acostumbrados en la literatura a la que nos acercamos de manera tradicional. Me explico.

Con el grupo que leí este libro (Libridinosos. Se los recomiendo si lo que buscan es literatura o referencia de alta calidad), exploré la maravilla de Amélie Nothomb. Sin embargo, esta autora tiene mucho de la calidad de un estilo propio, pero responde a esa vida que hay que disfrutar. A ese caminar diario que apela a la ironía, donde los problemas no dejan de ser reales, pero el tratamiento da un atisbo de esperanza; o al menos no llega a mostrar desesperación. Sin embargo, Claudel nos regala un mar de dudas, sospechas, pero no al estilo de la novela policiaca, o negra; No. Es una encrucijada que lleva a cuestas la historia (las historias) de todo un mundo sin piedad. Un mundo que no perdona, ni siquiera si eres un pequeño niño.

En otras palabras, si bien hablamos de literatura, donde la perspectiva del autor es inevitable, Claudel nos regala un retrato magnífico de la realidad, no con trazos, sino totalmente de tonalidad lúgubre.

Con convicción de que esta es una gran obra

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