Ficha técnica |
|
Título |
Almas grises |
Autor |
Philippe Claudel |
Tipo |
Novela |
Editorial |
Salamandra |
Primera edición |
2003 |
Impresión |
España |
Páginas |
134 |
A esto se puede añadir que muchos
lectores que tenemos experiencia de años entre letra y letra, terminamos por ir
a la segura con cada lectura a partir de diferentes referencias. Sea premios
que ha ganado el autor, las reseñas de su obra, las referencias en portales
literarios o, la vieja confiable, la recomendación de un amigo. Esto hace que
se tenga cierta confianza que, a veces, puede terminar en un desengaño, al
menos si no se lee hasta el final el libro en cuestión.
Llegué a Almas grises de Philippe
Claudel por una lectura conjunta, y por una referencia de confianza. Esto se
reforzó cuando cuándo, buscando información sobre el libro, me entero de que había
ganado un premio bastante importante (el Renaudot), y que en GoodReads tiene
muy buenas calificaciones. Con tal iniciativa lo abordé.
La novela consiste en la trama de
un recuerdo. Una memoria y confesión por parte de un habitante del lugar en el
que transcurrirá la historia: el pueblo V. Emplazamiento cercano a Bélgica,
cuyo ambiente se ve enrarecido por el momento histórico que está pasando: La
primera guerra mundial. V está separada por una colina de una base militar, lo
que hace que la movilización de tropas y armamento, como del eco de explosiones
más o menos recurrentes, haga que, en definitiva, un ambiente tenso sea la
regla.
Para el narrador ha tenido que
pasar un lapso considerable para dar a conocer su historia. Ya desde este
punto, encontramos en la pluma de Claudel una nostalgia y tristeza desmesurada,
que podría incluso a desmotivar a quien siente vívidamente la lectura:
La narración se centrará en algo
llamado el “Caso”. ¿Qué es? La muerte de una niña. El cuerpo de la pequeña hija
de un tabernero, llamada Belle de Jour, aparece en un canal, en las
inmediaciones de la propiedad de un exfiscal de V: Pierre-Ange Destinant. El Hombre,
ya jubilado, era ampliamente conocido en el lugar. No solo por su profesión, lo
cual hacía que se encontrara en la cima de determinar el futuro, la vida o la
muerte, de acusados. No. Mejor, lo era por, uno, la frialdad con que
desempeñaba su trabajo: “No sé muy bien por dónde empezar. Es realmente
difícil. Todo ese tiempo ido, que las palabras no harán volver jamás, y también
los rostros, las sonrisas, las heridas… Pero aun así debo intentar decirlo.
Decir lo que me roe el corazón desde hace veinte años. Los remordimientos y las
grandes preguntas. Tengo que abrir el misterio con bisturí, como si fuera un
vientre, y hundir en él las dos manos, aunque nada cambie nada de nada… Destinat
no se ensañaba con criminales de carne y hueso; defendía una idea, una sola
idea, su idea del bien y del mal”.
Este hombre, de vida solitaria y
cuadrada, pues tenía rutinas predecibles en su día a día, a pesar de tan fría imagen
y ejecución de responsabilidades, era también conocido por su rectitud. Al
menos a puertas abiertas hacia el pueblo. A ello se sumaba el rencor de muchas
personas. No solo los condenados, sino aquellos que compartían con estos algún
vínculo. Esto lo hará no solo el principal sospechoso, sino objetivo de unos cuantos.
Esto último se hace patente, cuando se entiende que hay una especie de pelea, o
pleito cazado, entre Destinat y el juez Mierck.
La muerte de la niña conmocionará
al pueblo en general, y en especial al padre Bourache. Dueño de una taberna, ubicada
frente a la iglesia de V, la cual Destinat tiende a acudir. Aun así, la
personalidad bonachona y la manera en que el exfiscal trata al tabernero, harán
que la pérdida de la niña sea llevadera. Por su puesto, Bourache no está solo,
pues tiene dos pequeñas más.
El gris evoca en más de un
sentido la ambientación de V. Es un color que impregna el paisaje tanto externo
como interno. Es el corazón del lugar que invade a sus habitantes, y estos al
mismo tiempo lo devuelven. Esto se evidencia en el examen que se hace de la
pequeña Belle de Jour allí, en su lecho de muerte.
“De su boca no volvió a salir un
«Belle de Jour», a pesar de que él también la llamaba así, como puedo
atestiguar. Ahora hablaba de «la víctima», como si la muerte, además de
arrebatarle la vida, también le hubiera robado su hermoso nombre de flor”.
Bajo la primera guerra mundial, y
un lugar tan cercano a la realidad de la muerte, el suceso de la muerte de la pequeña,
es contado a pasos paquidérmicos, donde cada vez que se hace algún tipo de avance
en la historia, se profundiza en aspectos de los personajes. Nos enteraremos
entonces de parte del pasado de Destinat y esposa fallecida, su historia como fiscal
de V. También de cómo el narrador se relaciona con una mujer que llega a vivir
en un pequeño lugar aledaño a la mansión de Destinat: Lysia Verhareine.
No puedo negar que me costó
bastante entrar en la novela, pues la presentación de los personajes como el
ambiente se me hacía algo engorroso. Por su puesto, leer sobre un asesinato y
la revelación de quién lo hizo, es un gancho muy bueno para leer una obra, pero
cuando superas tal cosa, y te adentras en la trama que nos regala Claudel,
encuentras un texto el cual deseas terminar para saber si se resuelve, o no
continuarlo por que te afecta con profundidad.
Personalmente es un libro majestuoso
en un sentido poco común. O en un sentido poco tradicional para los márgenes que
estamos acostumbrados en la literatura a la que nos acercamos de manera
tradicional. Me explico.
En otras palabras, si bien
hablamos de literatura, donde la perspectiva del autor es inevitable, Claudel nos
regala un retrato magnífico de la realidad, no con trazos, sino totalmente de
tonalidad lúgubre.
Con convicción de que esta es una
gran obra
R31K3
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