lunes, 21 de marzo de 2022

Reseña: Harry Potter y la piedra filosofal

Ficha técnica

Título

Harry Potter y la piedra filosofal

Autor

J. K. Rowling

Editorial

Salamandra

Primera edición

1999

Impresión

España

Páginas

254

ISBN

84-7888-445-9

Llevar una continuidad en publicaciones puede, en ocasiones, resultar bastante difícil. Siempre habrá percances que hacen que, de una u otra manera, los objetivos fijados se puedan atrasar, o incluso ser cancelados. Aun así, estoy aquí, y quiero dar continuidad a este blog de reseñas, en un esfuerzo por recuperar el tiempo perdido. Y aún mejor, retomarlo en esta ocasión con uno de los libros que me ha causado mayor satisfacción al releerlo, aunque, siendo sincero, con algo de temor al reseñarlo: Harry Potter y la piedra filosofal. Pero esto último lo traeré a colación al final.

Para entrar de lleno, esta obra es la primera novela de la afamada saga de J.K. Rowling. Saga que no solo ha sido adaptada en la pantalla grande, sino que ha escalado en la cultura popular, al punto que cualquiera puede reconocer el nombre de Harry Potter; sin importar si nunca se has acercado a los libros.

En ese sentido, este primer libro es fundante. De entrada, nos emplazará en el número 4 de Privet Drive. Una calle al sur este de Londres, donde todas las parecen iguales. Cada una es una copia de la otra. Sin embargo, en ese número 4 viven los Dursley. Personas de una pequeña familia que “estaban orgullosos de decir que eran muy normales […] las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso”.

El padre, el señor Dursley, era un hombre gordo y de gran tamaño, con un gran bigote y que trabajaba en una empresa de taladros. Su esposa, Petunia, era rubia, delgada y de un largo cuello. El tercer integrante de esta familia era su hijo: Dudley Dursley. Se puede afirmar que este pequeño era un pequeño retrato de su padre, sumándole que era altanero, caprichos y, por ende, extremadamente consentido.

Los Dursley tenían un secreto. O al menos, querían que fuera secreto: los Potter. Familia del lado de la señora, lo cuales eran todo lo contrario a ellos. En otras palabras, los Potter eran extraños. Raros. Extravagantes. Y si bien la señora Dursley había intentado cortar del todo la comunicación con ellos, se sabía, al menos, que los Potter también tenían un hijo pequeño.

Todo inicia un martes, que inicia como cualquier otro martes, en que el señor Dursley se dirigía a su trabajo. Pero esa normalidad de la que gozaba, comienza a parecer endeble, pues si bien ningún integrante de la pequeña familia bien notó en esos primeros momentos de la mañana la lechuza que pasó por la ventana de la casa, el señor Dursley, mientras iba en su carro, sí vio un extraño gato que parecía fijar su mirada en un mapa de la ciudad. Este felino daba la impresión de que buscaba un lugar en particular. Esto parece confirmarse al verlo a través del espejo retrovisor leyendo un rótulo de Privet Drive. A esto, el señor Dursley, en un acto de voluntad, trata de liberarse dichos pensamientos, pues los gatos no saben leer, ¿verdad?

Pero el día no haría sino empeorar poco después, pues, más adelante, en un embotellamiento, un grupo de personas vestía de manera no solo poco habitual, sino extraña. Llevaban capas. La razón del señor Dursley le indicaba, incluso, que esos sujetos (de diversas edades) eran parte de alguna estrategia de publicidad. Era la única explicación posible. Porque, ¿a qué venía tal uso extraño de ropa en un lugar tan normal? Y a pesar de que sus ideas se vieron libres de todos los extraños sucesos que parecían aparecer en diversas partes, ya que su oficina estaba en un noveno piso, al momento de ir por una dona gigante, logró escuchar una parte del diálogo de esa gente extraña:

-          Los Potter, eso es, eso es lo que he oído…

-          Sí, su hijo, Harry…

Tales palabras no hicieron más que ponerlo nervioso, y en un primer momento quería llamar de manera urgente a su esposa. Cosa que pensó más de una vez, y decidió en última instancia detenerse, pues, simplemente, podría ser cosa de su imaginación. Además, quería evitar cualquier alteración de Petunia. Las cosas no mejoraron para el señor Durley, pues no solo no lograba concentrarse en su trabajo a causa de lo que había escuchado, sino que al terminar su horario tropezó, sin darse cuenta, con una de estas personas, y lejos de una riña, malas palabras o solo gestos de incomodidad, la persona con quien Dursley había tropezado (que era un anciano), le dio un abrazo y dijo: “¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido!”.

Todo lo anterior, junto al gato que antes había visto Dursley en la mañana y que ahora se encontraba en su jardín, y al hecho de que en las noticias informaran de un comportamiento poco común de las lechuzas de la nación, hicieron que sintiera la necesidad de preguntarle, lo más cautelosamente posible, a su esposa, si había sabido algo últimamente sobre su hermana. El enojo de Petunia no se hizo esperar. Aun así, y bastante preocupado, logró cerciorarse de que el nombre del pequeño de los Potter, efectivamente, era Harry. Hasta allí dejó la conversación con su esposa, y se fueron a dormir, no sin antes de que el señor Dursley verificara que el extraño gato estaba afuera de su casa.

A la media noche un hombre aparecería por aquella calle. Un hombre “alto, delgado y muy anciano [con] pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga. Una capa de color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristal de media luna. Tenia una nariz muy larga y torcida, como si se la hubieran fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore”.

Este particular personaje irá en la dirección en donde se encuentra el gato, el cual, en su presencia ya no era tal animal. Estaba en su lugar una mujer de apariencia severa, a la cual el viejo llamó profesora McGonagall. Esta tenía una “gafas de montura cuadrada, que recordaba las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello estaba recogido en un moño”.

En un corto intercambio de palabras, en el que no solo discutirán la irresponsabilidad de los festejos de los magos que también han llevado a que los muggles (humanos sin magia) se percaten de eventos extraños a su alrededor, lo cual Dumbledore tratará de justificar, comenzará a aumentar la trama la historia, pues afirma que Quien-usted-sabe no ha desaparecido del todo. Además, nos enteraremos de que tal personaje intentó matar al pequeño Harry Potter, pero solo logró eliminar a sus padres: Lily y James Potter.

El tercer personaje particular que aparecerá en aquella oscura noche será Hagrid. Un hombre de un tamaño gigantesco que llega volando (mejor, cayendo) en una moto. Era de apariencia desaliñada, “Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura, y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas”. Ese pequeño bulto era el pequeño Harry. Apenas un bebé.

La tristeza embarga al gigante que, evidentemente dolido por lo sucedido con los padres de Harry, se ve aún más afectado, pues el pequeñín que lleva se quedará en el mundo de los humanos, a pesar de ser de sangre mágica.

La justificación de Dumbledore para tal acto, es que Harry debe crecer en un ambiente lejos de la popularidad de la que ya goza. Alejado de todo lo que representa al ser el único superviviente de Quien-usted-sabe. Así, el pequeño Harry, con su peculiar cicatriz en forma de rayo, que deberá llevar para toda la vida en su frente, es dejado con una carta en la puerta de los Dursley.

“ – Buena suerte Harry”, fueron las últimas palabras de Dumbledore antes de desaparecer”.

Sin embargo, la vida de Harry entre los humanos sin magia será temporal conforme crezca, pues a sus 11 años comenzará a descubrir el mundo al que no solo pertenecían sus padres magos, sino al que él por derecho descubrirá.

Este primer libro de Harry Potter es un texto bastante corto en varios sentidos. Primero, porque físicamente (al menos la versión en español), cuenta con apenas 254 páginas. Su letra es media y su lenguaje es sencillo. Esto es común para las sagas juveniles que abarcan aventuras sencillas y poseen una extensión limitada para la audiencia a la cual va dirigida. También su brevedad se da por la forma en que está narrada. Siempre están ocurriendo cosas particulares e interesantes, lo cual hace que no se sienta lento y mucho menos aburrido. Se anexa que es como un gran abrebocas a la aventura que representa el mundo mágico. Un abrebocas que no se siente suficientemente satisfactorio, porque quieres saber más y más. Cosas como más hechizos o encantamientos, artefactos, objetos, lugares, etc.

Igualmente, los personajes tienen rasgos que refuerzan su singularidad sin caer en estereotipos. Esto me parece importante, porque a veces la literatura juvenil termina encasillando sus creaciones en personalidades tan forzadas que no dan pie a dudar acerca de la superficialidad. Así, tanto Harry como sus amigos y compañeros, igualmente con los profesores y villanos, son memorables en este primer acercamiento. Sin embargo, no todo puede ser perfecto.

Es difícil juzgar esta obra sin remitirse a las películas, pues cuando lees, se te facilita imaginar escenas de la pantalla grande, y aun más arduo es separar este libro con las obras subsiguientes. Aun así, haré el esfuerzo de hacerlo.

La obra, de entrada, se siente mágica en toda su extensión. Es una amplia variedad de personajes que nos van revelando esta aventura estudiantil. Porque eso es. Una historia que apela a una escuela de magia: Hogwarts. Ahora, la escuela internamente está dividida en cuatro casas, y cada estudiante es designado a alguna basándose en características de personalidad, capacidades físicas e intelectuales. Toda la saga estará centrada principalmente en Gryffindor. Casa a la que pertenecerá Harry Potter.

Ya he manifestado con anterioridad (en otras reseñas) que no soy un fiel de las divisiones de la literatura. Que si unos libros son para niños, otros para adolescentes y otros más para adultos (además de otras subdivisiones que parecen forzadas). Aun así, el problema de esta primera novela es que no queda claro hacia quien va dirigida. ¿Por qué? En la última parte de la aventura hay que pasar unas pruebas u obstáculos. Obstáculos que han sido creados por los mejores magos de Hogwarts, pero que a la larga estos no son solo fácilmente superados a sus cortos de once años, sino que resulta ser eso para ellos casi un juego de niños. Si bien desde una literatura enfocada a una audiencia infantil es totalmente creíble, pues estaría dentro de una lógica de niños, al momento de tener el primer vistazo de quien es el gran enemigo y cómo se presenta, todo se torna todo más serio. Esto hace que exista un desbalance en este acercamiento inicial de la saga.

Además, las pruebas si bien son diversas, su extensión es más bien reducida por la complejidad que se supone deben denotar. Como pequeño spoiler, me refiero al ajedrez. Cuando un juego como este parece ser no solo complejo, sino que el nivel que en teoría requeriría para vencer en la historia sería ridículamente alto, no solo es sobrepasado por apenas un chiquillo, sino que esta prueba, y las otras, se resuelven en unas cuantas páginas.

Creo que, al menos, dentro de la lógica interna de este esta primera historia, es la una única crítica que podría hacer de manera justificada. De hecho, la dificultad de esta reseña atañe a hacer críticas de obras de este talante. No por nada los mismos fans de esta saga se les llama (o se hacen llamar, no lo sé con certeza) potterheads. Y cuando un fandom tiene ya un nombre de calibre internacional, puede constar que unidos pueden hacer surgir o hundir una crítica. (Estoy seguro que es más plausible esta última). Además, Harry Potter sigue despertando pasiones a años de su lanzamiento, que muchas veces apela más al sentimentalismo, como a la añoranza de la niñez y la juventud, que a una mirada que se esfuerza por ser imparcial.

Por eso considero que es difícil hacer una reseña de estas obras que se sienten sacralizadas. Por eso el temor. No solo porque sean ampliamente conocidas, sino porque sus seguidores y su aceptación es tan amplia, que las palabras hacia la misma pueden ser ignoradas o excesivamente rechazadas (espero que en mi caso sea la primera). Aun así, continuaré con la lectura de la saga, y escribiendo sobre cada libro, hasta terminar de leer los siete libros que componen este universo.

Pero concluyendo de manera clara y concisa, este primer acercamiento a Harry Potter está lleno de un aire de frescura y nostalgia. No es un libro para retratar propiamente la realidad, o cosas similares que normalmente busca el erudito de la literatura o el intelectualoide. No. De hecho, es una obra para simplemente disfrutar y dejarse llevar. Para pasar un rato agradable en uno de esos mundos que están por fuera de nuestra realidad, y que al mismo tiempo te hace soñar. Un bonito libro que te alegra el rato, y te deja con ganas de saber qué sucederá en los próximos años en Hogwarts con Harry, sus amigos, y el misterio de Quien-usted-sabe.

Con cariño y de vuelta para quien me lea, Reike.

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