lunes, 14 de febrero de 2022

Reseña: Misery de Stephen King

Ficha técnica

Título

Misery

Autor

Stephen King

Editorial

Emecé Editores S.A.

Impresión

Colombia

Páginas

275

ISBN

958-602-498-9

Primer libro de Stephen King de este año (va siendo febrero y mi reto de 20 libros de este autor se me va escapando entre lecturas que se acumulan), gracias a un grupo de lectura centrado en este autor, y promovida por un chico que está haciendo su trabajo de grado en él. Ahora, no hay mucho que decir de Misery por cuanto es una obra que, como muchas otras de King, ha sido adaptada a la pantalla grande. Al menos no en cuanto argumento. Pero si algo que he descubierto en los recientes meses, es que el retrato que nos da este maestro de la escritura en sus diversas obras va más allá del simple terror, para ahondar en la psique de los personajes y que, si bien en la pantalla grande se han logrado grandes adaptaciones, ninguna logra atrapar todo el contenido.

Misery inicia con una escena que se puede sintetizar como desorientación, donde nos plasma una mezcla de recuerdos donde un pequeño está en una playa con su madre, y colinda con la realidad donde se ahoga en dicho lugar… Y una voz. Sí, una voz, que llama a nuestro perplejo protagonista entre ensoñaciones. Voz que le pide salvajemente que respire, solo para que nuestro narrador sobreviva en su sueño con someros momentos de lucidez, y vuelva a caer dormido (o desmayado). De allí, toda sensación y emoción de Paul Sheldon, porque ese es su nombre, tendrán un factor común: el dolor. Algo punzante, constante y que lo llevará a límites que ni el mismo consideraría llegar a tocar; a vivir. Esto ocurre porque Paul, o Paulie, está en un lugar desconocido después de un accidente al que sobrevive por la mano de aquella voz:

-          ¿Dónde estoy? – dirigiéndose a la mujer que estaba sentada junto a la cama con un libro en las manos. El nombre del autor era Paul Sheldon. Lo reconoció como su propio nombre, sin sorprenderse.

-          En Sidewinder, Colorado – dijo ella cuando él al fin pudo hacer la pregunta –. Yo soy          Annie Wilkes, tu…

-          Lo sé – dijo él –. Mi admiradora número uno.

-          Sí – dijo ella, sonriendo –. Eso es precisamente lo que soy.

Entre la conciencia dolorosa y e intervalos de alivio, comienza, primero, a reconstruir esos momentos en que tuvo el accidente y, segundo, a reconocer, “por la maloliente e imperiosa respiración”, a su salvadora. Mujer que se nos describe con la imaginación propia de la profesión de Paul: escritor, ¡obvio! Pero no cualquier escritor. No. Una pluma cuyos resultados siempre eran o buenos o best-sellers. Un pez gordo, se diría. Pero que allí, en medio de la nada (pues saber la zona en la que te encuentras, pero no el lugar exacto es lo mismo que nada), no era más que un convaleciente secuestrado. Un ser que necesita ayuda no solo para conseguir sus alimentos, sino también para sus necesidades básicas. Peor aun, su estadía en aquella prisión le conllevó a una dependencia; una adicción. ¿A qué? Al Novril. Medicamento utilizado por su verdugo para calmar el dolor de sus heridas. Pero siento que me he desviado bastante. Retomo.

Annie. Annie Wilkes, ya mencionada en el pequeño diálogo citado, es una mujer corpulenta que, si no fuera por el bulto que trae en el pecho, su apariencia robusta la hace carecer prácticamente de curvas femeninas. El resto de su ser es de caída vertical y gruesa: “sugería durezas y atascamientos antes que acogedores oficios o incluso espacios abiertos, áreas de vacío”. Todo resumido en la sensación de solidez. Un resumen de características que terminan por relacionar la estética de Annie a la de un ídolo tribal. No por nada, esta primera parte del texto (tiene un total de cuatro), es diosa – África. Cabe resaltar que esta descripción tan sólida de Annie despierta un sentimiento de terror. De miedo. Pues no solo es el estado limitado de Paul que lo hace vulnerable, sino que su ser macizo evoca fuerza, rigidez, invulnerabilidad.

Resumiendo, después de que Paul sale de eso que llama la nube oscura (algo así como el intermedio entre conciencia e inconsciencia, o la duermevela), se da cuenta de tres cosas: “La primera: que Annie Wilkes tenía una gran provisión de Novril (en realidad, tenía muchas drogas de todo tipo). La segunda: que se había hecho adicto al Novril. La tercera: que Annie Wilkes estaba peligrosamente loca”.

Siempre pienso que una buena obra puede resumirse en pocas líneas, y si no tienes nada más que decir, es un mal texto o tu un mal lector. Ahora, sobre lo primero, en Misery es fácil: un afamado escritor que es recatado de un accidente de auto por una mujer que se considera (como muchas otras) su “fan número uno”. Esta mujer tiene severos trastornos mentales y lo mantiene secuestrado. Sobre lo segundo se puede hablar extensamente del contenido del libro, así que trataré de tocar algunos temas del mismo, sin spoilear dentro de lo posible.

Annie Wilkes es un personaje especialmente siniestro. Esconde con su clara y fingida amabilidad un trasfondo que no solo te recuerda que cualquier persona, en cualquier lugar y momento, por más normalidad que pueda aparentar, tiene un potencial oculto como asechador, asesino o cualquier otra barbaridad. De hecho, su historia de vida tiene dos ingredientes interesantes, el primero la genética; el segundo, el entorno en el que crece y se desenvuelve. Es decir, Annie puede ser considerada tanto una psicópata como una sociópata. Nació con tendencias propias de un asesino nato, pero el mismo medio la empujó a manifestar temprana y cercanamente tales tendencias. Esto hace que no sientas una empatía en sentido positivo o negativo propiamente por el personaje, sino, más bien, un sentimiento de interés por su historia y, al mismo tiempo, de verdadero terror.

Esto último es interesante porque si bien el texto es largo y sabes que la historia continuará capítulo a capítulo, incluso al llegar a la mitad del libro, se despierta un sentimiento de ahogo por la seguridad de la vida de Paul a causa de la inestabilidad de Annie. Inestabilidad que puede explotar en cualquier momento y sin razón aparente. Al mismo tiempo, las intervenciones que tiene esta mujer te dejan dubitativo como lector, pues fluyen entre una mente calculadora y racional que sabe exactamente que está haciendo, y los impulsos propios de un animal que se nubla por pasiones. Incluso, muchos diálogos de sus razonamientos te asombran por cuanto convencen tanto a Paul como a ti como lector. Esto hace que Annie sea un personaje muy consistente. Característica que no falta tampoco en Paul.

Accidentado, con un dolor constante y unido a su clara situación de secuestro, se sumará la obligación de escribir un nuevo libro sobre Misery, so pena de morir. Estos componentes hacen que la experiencia del escritor fluya entre lo distante y lo íntimo; una dualidad presente y constante. Pues, mientras la distancia con el mundo real se ahonda en la situación de rapto y retención involuntaria, todo esto comienza a parece insignificante. Incluso, como si aquella vida afuera de la casa de Annie, fuera una ilusión. Ahora, al mismo tiempo, hay un acercamiento a causa de la convivencia traumática entre secuestrador y secuestrado. Si bien, a veces, parece que Annie llega a ser predecible para Paul, en otras sus acciones son tan aleatorias, que la resignación a morir allí se pelea con la voluntad de sobrevivir. Esto lleva a que el escritor siga buscando patrones de comportamiento que le sirvan para seguir vivo un día más. Y esto último redefine a Paul una y otra vez.

Y aquí quisiera detenerme un poco, pues si bien estamos hablando de una ficción, ¿cuántas veces no hemos escuchado de una persona en una situación límite haciendo lo impensable para sobrevivir? Y mejor todavía, ¿qué pasará por sus cabezas cuando parece que su fuego de vida se va a extinguir? Pues en el libro encontramos largas, claras y diversas divagaciones acerca de si es mejor dejarse morir para acabar con el sufrimiento físico o sicológico, la voluntad de continuar, la idea de sobrevivir a toda costa, la venganza, y un sinfín de matices que relacionan unas ideas con otras. Un proceso que, en realidad, termina prácticamente en la locura o, incluso, a que los personajes se identifiquen en ciertos niveles de esa locura.

Por último, pero no menos importante, está la visión de lo que es un escritor. Este libro me recordó mucho la anécdota que está en la introducción o preámbulo del libro La milla verde, donde King llegó a ser amenazado con la muerte de un peluche a través de una carta, si no continúa con la saga de La torre oscura. ¿Irrisorio? ¿Tondo? ¿Temerario? Seguramente todos y mucho más.

Los fans pueden ser seres no solo indolentes sino altamente obsesivos, llegando a entronar a los autores y sus obras en lugares imaginarios. No sé cuántas veces he tenido que escuchar de las bondades predicadas por un potterhead sobre la obra de J. K. Rowling, o los desvaríos intelectualistas de un borgeano. Y debe tenerse en cuenta que me entretiene Harry Potter y me gusta Borges. Pero retomando. Esa vida real del escritor es ignorada muchas veces por los mismos seguidores, y aquí encontramos dibujada la presión que se sufre por tener una historia que guste al público (Annie), como los diferentes ritmos de trabajo y los problemas que pueden presentarse. También se abren otros temas: cómo nace una idea, la lógica que debe tener una historia para que sea creíble, los bloqueos de escritor (o llamada página en blanco), las costumbres antes, durante y después de terminada una obra, etc.

Porque los escritores recuerdan todo, Paul. Especialmente las heridas. Sácale la camisa a un escritor, apunta a las cicatrices, y te contará la historia de cada una, hasta las pequeñas. Y de las grandes sacará novelas, no amnesia. Si quieres ser escritor, un poco de talento no te vendrá mal, pero lo único realmente necesario es esa capacidad de recordar la historia de cada cicatriz.

Podría no solo extenderme en este punto citando aún más fragmentos, como en otros temas colindantes, como la obsesión por palabras, imágenes y experiencias que retumban constantemente en la mente de Paul, y que se mezclan con su imaginación a la par de su oscura y prolongada experiencia; todo para interpretar y reinterpretar a su verdugo, a sus posibilidades de salvación, a su gusto o disgusto por su propia obra... Incluso, esa voz con la que Sheldon pelea internamente (tal vez un tipo de conciencia), que lo lleva tanto a discutir consigo mismo, como retarse y provocarse a ir más allá de los límites. Sin embargo, prefiero dejar de lado esto para dar mi conclusión (que por cierto no es para nada una sorpresa), y esperar a que el lector descubra lo interesante, profunda, terrorífica y traumante que puede llegar a ser esta novela.

Así, recomiendo ampliamente Misery de Stephen King, tanto para el lector novato del terror, como para aquellos que quieren explorar el autor con mayor detenimiento. Si bien es un libro largo (casi todos los libros de King lo son), carece de puntos débiles que valga la pena mencionar. Es apasionante y, si te lo tomas en serio, realiza un excelente trabajo en envolverte en una atmósfera cargada de tensión e inseguridad; mismo trabajo que se refleja en la coherencia de los actos de los dos personajes y su historia personal. En definitiva, un libro de cinco estrellas muy merecidas.

No siendo más, con verdadero amor a este libro,

R3IK3

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