lunes, 28 de marzo de 2022

Reseña: Ensayo sobre la ceguera de José Saramago

Ficha Técnica

Título

Ensayo sobre la ceguera

Autor

José Saramago

Editorial

Alfaguara

Primera edición

2022

Impresión

España

Páginas

424

ISBN

978-84-204-4269-3

Las distopías son parte de ese género narrativo que atrae por la imposibilidad de que sucedan, al tiempo que nos ilustra acerca de mundos posibles en que las cosas estarían horriblemente mal. Pero más allá de esas fantasías oscuras que nos traen estas obras, como las afamadas 1984 o Un mundo feliz, siempre he creído que hay un trasfondo más interesante, e igualmente oscuro, aparte de la mera ficción de cómo sería un mundo donde todo esté mal, y esto es lo que trato de ver en esta maravilla de clásico contemporáneo.

José Saramago es un Nobel de literatura que no pasa por alto para aquellos lectores que tienen gustos exquisitos, o que desean explorar grandes obras. En este caso, Ensayo sobre la ceguera puede considerarse como su obra cumbre (al menos a nivel de popularidad), en donde de entrada el título puede atemorizar, pues parece no limitarse a la clásica frase que busca tentar al lector para aventurarse, sino que descoloca un poco, pues contextualiza, hasta cierta medida, la obra dentro del ámbito académico. Esto hace parte de su encanto, pues cuando exploras el contenido del libro (y si eres un lector que busca profundidades), te volverás a la portada y tratar de establecer la relación de aquel nombre y su contenido.

La historia nos ubica en una calle de una ciudad desconocida. Más específicamente en una calle cuyo semáforo cambia a color rojo y se enciende el indicador verde para el paso peatonal. Allí, en el momento en que el cambio se da y el verde aparece para dar paso a los motorizados, un automóvil simplemente no se mueve. Mantiene el motor encendido, pero no anda. A pesar de los pitidos de los otros automóviles para continuar su destino no se hacen esperar, y ante el creciente bullicio, y hombres que golpean las ventanas cerradas del automóvil estacionado, el conductor se ve gritar desde el interior, y poco o nada de interés en arrancar. ¿Por qué? Resulta que sus gesticulaciones solo manifiestan un mensaje claro cuando logran abrir: estoy ciego.

Este descubrimiento lo hace con el mayor dolor del mundo, pues su ceguera no es solo repentina sino extraña; no es negra, como cabría esperar, sino blanca. Una ceguera que se describirá como una blancura brillante, infinita; lechosa.

En su desesperación, pues no solo no puede manejar, sino que toda posibilidad de volver a casa desaparece, una voz desconocida parece ocuparse de él. Esta persona se ofrece a llevarlo a su casa. Esta no estaba lejos del lugar de los hechos. Allí, en su apartamento, según el ciego, lo estará esperando a su esposa. Sin embargo, no todo es satisfacción, pues ese desconocido que se presenta como un alma caritativa, es realmente un ladrón que aprovecha la buena fe del nuevo invidente, para poco después robarle el auto.

La mujer del ciego, en principio, no está en casa. Este la esperará en el sofá, pues tantos años viviendo allí, le permite orientarse. Pero al llegar la mujer, esta no percibe la ceguera de su esposo, pues los ojos de este se ven perfectamente normales. No hay manchas, ni zonas oscurecidas; nada. Aun así, esta mujer que es buena y cándida, lo besa y le da la voz de aliento que podría esperarse en un momento tan particularmente desgarrador. Pues si en un momento al azar la vista se esfumó, puede que en cualquier momento vuelva. De igual manera, y para calmar los ánimos, deciden entonces buscar ayuda profesional. Con mayor precisión a un médico oculista. Entre intentos e intentos, finalmente encontraron a uno que los atendería, pero al no encontrar el carro (que ya nombré con antelación que se lo habían robado), el hombre ciego y su mujer deciden ir en un taxi.

En el consultorio encontraremos los que serán el resto de los personajes principales de esta historia, y que esperan su correspondiente turno para el oculista: un viejo de una venda negra, un niño estrábico con su madre, una joven de gafas oscuras y el médico oculista.

Como es una emergencia, el ciego entrará antes que los demás pacientes (por su puesto habrá algo de inconformismo con las personas que estaban antes que ellos). Aquí nos enteramos que este ciego tiene 38 años y que el examen por parte del médico no arrojará luz alguna sobre la cuestión de su ceguera, pues no hay nada extraño a nivel físico en sus ojos. Por lo tanto, el médico terminará por enviar al hombre ciego y a su esposa a casa para posteriores exámenes, mientras comienza a obsesionarse con el tema de la ceguera tan particular de este hombre, a tal punto que consultará a un conocido, y consultará libros sobre enfermedades oculares. Lo que se sabrá poco después es que la ceguera de este primer hombre es de carácter contagioso, haciendo que poco a poco las primeras víctimas (quienes estaban en la sala de espera), no solamente se queden ciegas, sino que serán el factor inicial para esta pandemia de ceguera.

De allí en adelante se desarrollan una serie de eventos que describe cómo son tratados estos primeros pacientes de ceguera contagiosa y los posibles casos de contagio no manifestado: el aislamiento. Nuestros protagonistas, junto a muchas otras personas, tendrán que sobrevivir en un manicomio desocupado que usará el gobierno de manera improvisada para tratar de contener el contagio. Todo esto, tratando de tenerlos en las condiciones más dignas posibles. Hay un horario que asegura, al menos al principio, el suministro de alimento y medicamentos. También una hora determinada en que se apagan y prenden las luces (aunque esto último es irrelevante).

Como puede esperarse, esta historia solo irá de mal en peor, no solo por el contagio masivo y el hacinamiento al que se verán sometidos, sino a la convivencia de personas que no saben cómo vivir sin el sentido de la vista.

En lo que respecta a mi valoración, no está por demás decir, obviamente, que es totalmente positiva. En primer lugar, porque la obra está escrita de una manera bastante particular (que me recuerda a El otoño del patriarca de García Márquez), donde los párrafos son increíblemente largos, y no se mantiene (o respeta en sentido favorable) la ortografía tradicional. Por ello, cabe recalcar, que a pesar de estas características que podrían contrariar tanto a un lector asiduo como a uno ocasional, el recorrido por el libro se siente bastante ligero y sencillo. A esto hay que sumarle la prosa que dista de muchos autores que he explorado, pues se conjuga una narrativa magistral que no necesita ponerle nombre a ningún personaje para caracterizarlo (sí, lo repito. Ningún personaje tiene nombre propio), al tiempo que ameniza con humor sutil de tinte negro, y una inserción de razonamientos acerca de la naturaleza humana. Aquí es en donde, a mi parecer, se armoniza el título con el contenido.

Es claro que ensayo sobre la ceguera es una exposición del tipo “¿qué pasaría si…?”. Tal vez esto no resulta sorprendente para el lector que escribe o simplemente le gusta analizar los argumentos de los libros, pues esta pregunta puede ser directriz tanto de la idea central de un escrito como de los personajes. Se podría entender desde: ¿qué pasaría si toda la humanidad queda ciega? O ¿qué pasaría si la ceguera se contagiara como un virus? O ¿qué pasaría si la ceguera se volviera una pandemia? Pero tales suposiciones iniciales para entender este libro son solo eso, el inicio, pues los razonamientos anteriormente mencionados, retratan un contenido filosófico y, más importante aún, antropológico. Pero veamos un par de fragmentos que puede ilustrar esto:

“La sangre, pegajosa al tacto, le inquietó, pensó que sería porque no podría verla, su sangre era ahora una viscosidad sin color, algo en cierto modo ajeno a él y que, pese a todo, le pertenecía, pero como una amenaza contra sí mismo”.

Los escépticos sobre la naturaleza humana, que son muchos y obstinados, vienen sosteniendo que, si bien es cierto que la ocasión no siempre hace al ladrón, también es cierto que ayuda mucho”.

La conciencia moral, a la que tantos insensatos han ofendido y de la que muchos más han renegado, es cosa que existe y existió siempre, no ha sido un invento de los filósofos del Cuaternario, cuando el alma apenas era un proyecto confuso. Con la marcha de los tiempos, más las actividades derivadas de la convivencia y los intercambios genéticos, acabamos metiendo la conciencia en el color de la sangre y en la sal de las lágrimas, y, como si tanto fuera aún poco, hicimos de los ojos una especie de espejos vueltos hacia dentro, con el resultado, muchas veces, de que acaban mostrando sin reserva lo que estábamos tratando de negar con la boca. A esto, que es general, se añade la circunstancia particular de que, en espíritus simples, el remordimiento causado por el mal cometido se confunde frecuentemente con miedos ancestrales de todo tipo, de lo que resulta que el castigo del prevaricador acaba siendo, sin palo ni piedra, dos veces el merecido. No será posible, pues, en este caso, deslindar qué parte de los miedos y qué parte de la conciencia abatida empezaron a conturbar al ladrón en cuanto puso el coche en marcha”.

“Simplificando, pues, se podría incluir a esta mujer en la categoría de las llamadas prostitutas, pero la complejidad del entramado de relaciones sociales, tanto diurnas como nocturnas, tanto verticales como horizontales, de la época aquí descrita, aconseja moderar cualquier tendencia a los juicios perentorios, definitivos, manía de la que, por exagerada suficiencia, nunca conseguiremos librarnos”.

“Hay mil razones para que el cerebro humano se cierre, sólo extendió las manos hasta tocar el vidrio, sabía que su imagen estaba allí, mirándolo, la imagen lo veía a él, él no veía la imagen”.

Esta es solo una pequeña muestra de menos de las primeras veinte páginas, pero que va hilando la historia de un fenómeno aparentemente natural, y pone en tensión uno de los principios humanos más importantes: la dignidad.

Si bien existen algunas distopias modernas que son enfocadas al lector joven (las cuales a veces disfruto leer), esta obra aún se siente bastante fresca a ojos contemporáneos, pues no apela a héroes o mártires, tampoco a una economía a nivel del lenguaje o simpleza que raya en la superficialidad. No. Por el contrario, pone el dedo en la llaga de nuestra frágil realidad. Igualmente, encontramos relaciones abiertas y explícitas con la cotidianidad. Así, por ejemplo, se tocará la alimentación, el periodo (o regla) en las mujeres, los desperdicios físicos como la orina o la mierda, todo esto en con una ambientación saturada de olores, texturas, y sonidos, que se vuelven el recurso indispensable para tratar de orientarse en este mundo sin vista.

Igualmente, los estragos psicológicos no se hacen esperar, pues la experiencia estética, como la belleza, ya no radica en la imagen sino en esos otros aspectos que se puede percibir con los recursos que aun quedan, como la voz y el mismo tacto.

Pero aun no. No. Allí no para. Encontraremos que este nuevo reino de la ceguera no está exenta de las necesidades básicas, y me refiero plenamente a las sexuales, al punto que hará que el cuerpo de la mujer (tal vez como en el principio de los tiempos hasta nuestros días) se tome como moneda de cambio.

A todo esto, y mucho más, nos enfrentamos en este libro. Una experiencia que pone en tensión nuestras más profundas y personales convicciones morales, estéticas, sociales, conceptuales, etc. Un texto que, si se lee con el mayor detenimiento posible, hará que descubras pasajes con los cuales, si bien puede que estes de acuerdo o no, harán que te preguntes más de una vez acerca de aquello que crees verdad. Y no tengo duda alguna en asegurar que a aquel que haga bien el ejercicio de interiorizar los eventos aquí incluidos, con la debida paciencia, se verá con algo más que el estómago removido.

He leído algunas reseñas (no académicas) sobre este libro en algunos blogs y artículos de revistas, como guía para el presente escrito. Al tiempo que me apoyo en las opiniones y comentarios de los integrantes del grupo de lectura Libridinosos, en el cual se abordó su contenido desde diferentes voces. Sin embargo, he sentido que en se logra mucho más en estos grupos de lecturas conjuntas a nivel de comprensión, que, referenciándome por páginas de internet, pues en estas últimas la superficialidad (y no estoy diciendo que yo le esté dando un tratamiento extensivo aquí), me desilusionan un poco.

Para cerrar esta reseña debo decir que el libro, tomándolo con pinzas, da mucho para hablar. Claro, no es perfecto, y ciertos componentes me parecieron inconsistente con el hecho de que prácticamente todo el mundo este ciego. Empero, omito esta crítica, no por limpiarle la cara al autor o el libro, sino porque tendría que dar un spoiler gigante de manera injustificada. Sin embargo, esto no disminuye en absoluto el valor intrínseco de tan magna obra, que acierta en diferentes niveles a ser de aquellos referentes literarios a fuerza.

No siendo más hasta este punto, gracias mil si llegaste hasta aquí, y espero de corazón que te animes a leer, y ojalá en más de una ocasión, a Saramago.

Con todo gusto, Reike

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