Ficha técnica | |
Título | Peter Pan |
Autor | J. M. Barrie |
Editorial | Cátedra |
Primera edición | 2011 |
Impresión | España |
Páginas | 466 |
ISBN | 9788437628851 |
La historia inicia con un
acontecimiento que será la temática central: crecer. Wendy, la única hija en
ese momento del señor y la señora Darling, entenderá a sus dos años que todo
niño debe crecer. Esto último, por la exclamación de su madre ante su
presencia, al llevarle la pequeña una flor que había tomado del jardín. De
allí, comenzará a explicarse la constitución de la familia completa, que consiste
en Wendy y sus padres, como por dos hermanos más: John y Michael.
En primer lugar, la señora
Darling es descrita como una mujer de mentalidad romántica, además de
misteriosa, y que tiene algo muy, pero muy importante: “un beso [de su dulce
boca burlona]”. Beso que ni siquiera su hija Wendy, o su esposo, logró
conseguir. Era tan bella, que muchos hombres corrían por ella, pero fue el
padre de Wendy en ese momento el más astuto, que en vez de correr tomó un coche
y llegó primero. Ella era una mujer que llevaba las cuentas de todo al día,
pero su mente comenzó a derivar en otros pensamientos: bebés. Estos tomaron
forma con el tiempo en dibujos sin rostro. Lo particular es que, desde Wendy, el
señor Darling comenzaba a calcular si era posible quedarse con la niña (ni idea
de qué haría con cada niño de llegar a determinar que no podían quedarse con
ellos) y los demás hijos que venían en camino de vez en vez. Ese asunto del
hombre calculador que hace cosas importantes será la característica más relevante
de George Darling.
Pero bueno, ¿cuándo aparece Perte
Pan? Pues su nombre lo hallamos por primera vez cuando la señora Darling, como
toda madre dedicada, ordena la imaginación de los niños mientras ellos duermen.
Al principio, para la señora Darling, Peter no es más que un nombre sin
referencia. Lo desconocía a tal punto que pregunta a la pequeña Wendy quién es.
Ella le devuelve la pregunta interrogándola, al preguntarle si en verdad no
sabe quién es Peter Pan. La señora Darling, no sin esfuerzo, termina por recordar
algo de su infancia sobre un tal Peter Pan que “vivía con las hadas” (entre
otras cosas).
Pero la aparición del Peter Pan de
carne y hueso ocurrirá una primera vez en que, los niños siendo cuidados por
Nana, este perderá su sombra en la casa de los Darling. Una segunda vez para
recuperarla, donde esta última será el punto de inflexión para que Wendy y sus
hermanos decidan irse a Nunca jamás (volando). Allí ocurrirán sus aventuras.
Desde el mismo viaje volando, que solo podrán hacerlo con los polvos mágicos de
Campanita Hojalatera (lo sé, eso de polvos mágicos puede llegar a sonar terrible
en más de un sentido), que llamarán de cariño Tintín, hasta encontrarse con
piratas, indios, sirenas; problemas cotidianos, como el entretenerse y
sobrevivir, hasta vérselas con el antagonista por excelencia de esta obra: el
capitán Garfio. Ahora, si cabe destacar algunos elementos, me gustaría, de
entrada, llamar la atención sobre Campanita. Tal vez esto ya lo había hecho en
mi anterior reseña de esta obra, pero creo que vale la pena.
Campanita es uno de tantos
personajes que ha sido explotado por Disney (además de endulcorar cualquier
personaje a su alcance para ser “apto para todos”). Acá aparece no solo como el
hada que acompaña constantemente a Peter, además de tener su propia habitación
en casa del chico, sino que, además, es un hada muy, pero muy, celosa.
Específicamente, siente celos de Wendy. A tal grado es esta actitud, que en ese
viaje en que llega por primera vez a Nunca jamás, la pequeña hada da la orden a
los Niños perdidos de que la ataquen. Orden que hace pasar por deseos del
mismísimo Peter. A esto se suma una personalidad altanera y vulgar, pues
insulta bastante (por no decir a cualquiera que vaya en contra de sus propios
deseos) a Peter cuando ignora sus cumplidos o intenciones. Normalmente el
insulto es traducido en esta versión como “tonto de culo”. Bastante diferente
de aquella hada que tiene serie animada y bastantes películas, ¿no? Aunque si
colocamos atención a esa primera versión de Disney de Peter Pan, si encontramos
ese tono violento de la pequeña, aunque matizada hasta en el lenguaje (por cierto,
que el único que entiende al hada es Peter).
Ahora, lo anterior fue un “reciclado” (si así quiere verse) de una de las temáticas que había tomado de mi anterior reseña, pero aún hay mucho de donde recortar, y sin afán de spoilers (que es bastante fácil hacerlos), retomaré una temática también ya tratada, y agregare, creo, un par más.
Lo primero es la relación entre
padres e hijos, y no del todo por la familia Darling (donde sería el lugar más
obvio en lo tocante a este tema), sino por los Niños perdidos. Mientras nuestro
mágico protagonista y líder de los Niños perdidos reniega de las madres, al
menos las adultas, por cuanto debe obedecer a sus órdenes, igualmente clama, con
todos los niños de la isla, por una. Esta es la finalidad de llevar a Wendy a
la isla a cualquier costo. La pequeña no solo cuenta cuentos, sino que adoptará
el comportamiento de su madre y lo ejercerá en los niños. El centro de dicho
comportamiento, claro está, son los cuidados. El levantarse a la hora debida,
comer, tomarse la medicina, arroparse, dormir, etc. Todo esto conjugado con el
plus de ser una niña, lo cual trae consigo el valor de la madre y la frescura,
o cercanía, de la infancia, son parte de ese constructo que hace Barrie sobre
la importancia de la crianza de un niño bajo la tutela de una madre (así esta
no sea la que lo trajo a este mundo). Un punto interesante (y en el que en esta
reseña no entraré) es el papel de George Darling como representante del padre, o
la figura como tal de este, pues parece que, a la larga, no es tan importante
(en la obra) como lo es la madre.
Seguido de esto, este libro me
recuerda mucho a textos como Las aventuras de Tom Sawyer. ¿En qué? En el
retrato de lo que es un niño. Peter, al igual que Tom, y los Niños perdidos,
tienen la característica de no dimensionar las consecuencias de sus actos. De
qué sucede si hago X o Y acción. Entonces, es fácil encontrarnos que matar
personas (piratas u otros enemigos) es algo totalmente común. El buscar
aventuras peligrosas que pongan en riesgo la vida misma también lo será.
Ahora, una particularidad, y que
me parece maravilloso personalmente, es que los sueños (sí, aquellos que tenemos
cuando dormimos) son sinónimos del País (o isla según la traducción) del Nunca
jamás. Es decir, cada uno de nosotros, cuando soñamos, tenemos un País del
Nunca jamás en nuestros sueños, pero al mismo tiempo, y esto es lo genial, ese
sueño personal tiene mayor claridad en una parte específica de ese nunca jamás
más grande y del que todos participan. ¿Confuso? En otras palabras, Nunca jamás
es un lugar físico al que se accede a través de los sueños, como si estos
fueran una llave de acceso, pero solo se puede explorar una zona limitada. El Nunca
jamás completo, solo podrá visitarse de ayuda de Peter o de hadas. Esto es
curioso, no solo por el concepto mismo de un lugar que es real y soñamos con él,
sino porque de alguna manera, todos, estaríamos conectados a tal mundo.
Otro elemento interesante es que
la creencia en Peter Pan parece que es exclusiva de los niños por tener características
propias de la niñez. Es decir, cuando se va creciendo estos rasgos se pierden. Tenemos
así, en primer lugar, tenemos el llamado “sentido común”. Esto no lo concluyo
yo, sino que está directamente en el libro. Cuando la señora Darling habla con
Wendy de Peter y como la madre no lo recuerda, se nombra que “En aquel entonces
[cuando era niña] creía en él, pero ahora que era una mujer casada y llena de
sentido común dudaba seriamente que tal persona existiera”. Llamativo, ¿verdad?
Pues al crecer, el mundo se vuelve una serie de leyes no explícitas que conforman
ese llamado sentido común, más allá de las creencias espirituales o personales.
Ejemplo de esas reglas es que los perros, o los animales, no hablan (incluso Nana
nunca lo hace); las personas no vuelan por los aires como aves, nadie tiene
aventuras centradas en matar a otros (y de tenerlas, por supuesto, no es
aceptable), las estrellas no hablan, la lluvia no va de la tierra a cielo, etc.
Ser adulto es mantenerse en
tareas de adultos (que mayormente consiste en calcular la distribución más
optima de los recursos que se han adquirido), y el juego pasa a un lugar
secundario. No es lo mismo un niño jugando futbol, a ser pirata, ladrón, padre
o madre, etc. Que un adulto que recurre al juego solo como medida de
entretenimiento externo a él. Me explico. Mientras los niños juegan (usando la
imaginación y su lógica), sea lo que sea, realmente creen que son aquello que
juegan, mientras el adulto no. Un adulto puede jugar futbol, pero no se cree
que es Messi o cualquier jugador, como tampoco que juega como todo un
profesional. No. El adulto solo juega o para ganar, o como forma de alcanzar un
objetivo material cuando es su modo de trabajo.
Hasta ahora esta es una de las
reseñas más extensas que he hecho, y aun así dejo de lado un montón de
elementos interesante y relevantes que podrían agregarse para hacer más rico el
análisis, como el contenido, pero extenderme demasiado podría ser simplemente
contraproducente.
Cierro afirmando que, si bien Peter Pan es un personaje que se ha metido en nuestras vidas a causa de la tradición audiovisual a la que hemos estado expuestos, no así los pasajes que pueden ser incómodos en el libro y no alcanzan (por una y otra razón) a ser representados en sus diversas adaptaciones, el libro tiene un valor cientos de veces más grande. Humor, sarcasmo, historias tristes y felices, magia, enemigos, y un viaje que no terminará nunca (esto último hace parte del final), son diferentes elementos que confluyen en una historia que no dudo que no solo más de uno puede disfrutar en cualquier momento, sino que en algún momento volveré de nuevo a Nunca jamás.
Con dedicación R31K3
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