Ficha técnica | |
Título | Canción de navidad |
Autor | Charles Dickens |
Editorial | Panamericana |
Primera edición | 1994 |
Impresión | Colombi |
Páginas | 148 |
ISBN | 958-30-0077-9 |
Reseñar Canción de navidad (o cuento de navidad) se trató,
para mí, de un reto. Primero, por su extensión. Como una de sus traducciones lo
nombra, es un cuento, y un cuento algo corto que, si bien es rico en matices
por su narrativa y argumento, se corre el riesgo que, al abarcarlo en una
reseña, se nombre elementos imprescindibles; de hacerlo, se podría estropear la
experiencia de quien no se ha acercado aun a la obra. Segundo, al ser un
clásico de la literatura occidental, sus adaptaciones no son solo bien
conocidas, sino que a pesar de los matices que cada adaptación, el argumento es
bastante conocido; algo así como el Grinch. De hecho, la primera adaptación
data de 1935, y con actores tan reconocidos como Patrick Stewart o Rowan Atkinson.
Me permito afirmar que mi adaptación favorita de esta obra es Los fantasmas de
Scrooge (2009), donde la voz del protagonista es dada por Jim Carrey.
A pesar de las aparentes desventajas antes mencionadas, siento el agrado de traer a mi blog esta reseña, no solo porque la obra la fue discutida en una lectura conjunta, y me parece injusto no retomar algunas de las opiniones en las cuales coincidimos algunos de los participantes; también, porque compartir es una de las mejores formas en que podemos, en alguna medida, expandir el agrado por los libros (cosa de la cual me siento no solo responsable, sino ampliamente agradecido de colocar mi granito).
Ahora. El argumento es por demás conocido. Es la historia de un viejo y buen negociante llamado Ebenezer Scrooge, el cual tiene por particularidad un carácter no solo pragmático y frío, sino tacaño y amargado. Esta amargura se mantiene intacta en todo momento, incluso en época de navidad. En esas fechas parece recrudecerse.
Un día, precisamente en la víspera de navidad, es visitado
por el fantasma de su excompañero de negocios, Jacob Marley. Este ser le
advierte que debe cambiar el rumbo de sus acciones egoístas, pues su desenlace
será el mismo que él. Un ser que vaga eternamente sufriendo y arrastrando las
cadenas que forjó el mismo en vida. Esta advertencia, en caso de que el
escepticismo gane terreno, será acompañada de la visita de tres fantasmas; el
de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las navidades
futuras. Hasta acá nada nuevo. Incluso el final es no solo deducible, sin bien
conocido.
En estricta forma, hasta este punto podría ir la reseña; me gustaría, sin embargo, describir un poco más a Scrooge y tratar de ahondar en algunas cuestiones. Entonces, ¿cómo es Scrooge, y qué hace para merecer un fatídico futuro de ultratumba?
Al menos, hasta que se le aparece el fantasma de su amigo en el cuento, es descrito como tacaño; “¡un sórdido pecador, codicioso, estrujador, avaro y mezquino! Duro y agudo como el pedernal, jamás acero alguno había arrancado de él una chispa generosa; reservado y hermético, solitario como una ostra. El frío que llevaba dentro de sí nublaba sus rugosas facciones, afilaba su nariz puntiaguda, fruncía su ceño, envaraba su porte, enrojecía sus ojos, ponía lívidos sus labios y surgía solapadamente al aire cuando hablaba con su voz rasposa. Helada escarcha cubría su cabeza, y sus cejas, y su barba hirsuta. Con él llevaba siempre aquella su baja temperatura, que helaba su despacho en los días de la canícula y no se deshelaba un solo grado en Navidad”.
Tenemos entonces una clave para entender el sentido que el autor tiene, al menos en este cuento, entre estética y moral, pues el aspecto de Ebenezer se ve desfavorecido por su actitud. Esto es acompañado por el énfasis de la época navideña, pues es un momento en el cual la generosidad debe ser la abanderada.
Esta descripción se ilustra con un par de eventos de su cotidianidad. El primero, que podríamos identificar con los personajes que aun frente a la adversidad tienen esperanza, es con el sobrino de Scrooge. Este hombre llega a visitarlo en el despacho, con un alegre “¡Feliz Navidad, tío! ¡Que Dios te proteja!”. Deseos a los cuales el viejo responde con desagrado y la palabra “paparruchadas” (algo así como “tonterías”). Pero a pesar de sus negativas, el sobrino siempre deseará lo mejor a su tío, para terminar por despedirse con un amable “y Feliz año nuevo”. Acá veremos una vez más el contraste moral-estética, pues el sobrino, en su amable comportamiento, es descrito como: “todo él era un resplandor: rubicundo y hermoso rostro; chispeantes ojos y humeante respiración”.
Este encuentro en el cuento durará solo un par de páginas, solo para hacer énfasis una vez más en la mezquindad de Scrooge, pues la visita del joven es en horario laboral del despacho del viejo, donde este solo tiene un trabajador, y Ebenezer termina por amargarle hasta cierto punto la celebración de navidad a su subordinado, pues de no asistir al día siguiente en el horario fijado, se le bajará la paga.
Lo segundo es la visita de dos hombres de buen porte y que hacen una reverencia cuando entran al despacho. Estos hombres buscan donaciones para los pobres, a lo cual reciben no solo negativas, sino un razonamiento propio de un estratega. Pues, después de que Scroooge pregunta por Las cárceles, las Casas de la misericordia, El torno y La Ley de los pobres, donde estos hablan de su funcionamiento adecuado, el decide no ayudar con absolutamente nada.
“Quiero que me dejéis en paz – contestó Scrooge -. Puesto que me preguntáis qué es lo que deseo, ya sabéis mi respuesta, caballeros. Yo no me divierto en Navidad, y no tengo por qué divertir a los holgazanes. Contribuyo al sostenimiento de los establecimientos que os he citado; bastante me cuestan y los que estén en mala situación que se vayan allí”
En otras palabras. Scrooge es un hombre, que si bien es tomado por tacaño y amargado, paga cumplidamente sus impuestos.
Ahora, para el que no lo sepa, este es uno de tantos cuentos de navidad que Dickens escribía anualmente, y que al tiempo los leía en público. Esos cuentos, como todas las obras de un autor, obedecen a una época determinada, donde se plasma (a veces más, a veces menos), las vivencias del escritor. Esta no es excepción.
Dickens no vivió en pobreza extrema, pero por más de una circunstancia familiar, trabajó de niño. Para ser más específicos, en una fábrica de betún. Esta experiencia de su vida, aunque bastante corta, dejaría huella. Tal Elemento se repite en diferentes grados en novelas como Tiempos difíciles o Historia de dos ciudades; la contraposición entre los necesitados y la forma en que estos se desenvuelven en sociedad, según el ámbito en el que viven, junto a las condiciones que necesitan para tener, en términos contemporáneos, una vida digna.
En este caso tenemos un hombre cuyo mayor defecto es la ya nombrada tacañería. Pero esta no es entendida precisamente como el acto de escatimar en todo gasto que se puede considerar innecesario (aunque hay bastante de esto), sino, mejor, de aquel que tiene los recursos para darle a aquellos lo que necesitan, y aun así no lo hace. En otras palabras, que no es partícipe del valor cristiano de la caridad. Esto es un elemento sumamente importante, pues el cuento es de carácter netamente moral. Y abiertamente, moral cristiana. Acá la salvación del alma se ve a través de las buenas acciones en la vida terrenal.
Además, en términos creativos y de originalidad, los matices de los fantasmas que se presentan ante Scrooge son por demás interesantes y llamativos. Sus características están en función de si representa la navidad pasada, presente o futura. Aunque eso sí, esta parte la dejaré a curiosidad del buen lector.
Otro aspecto que se me hace interesante, y es más o menos representado en las adaptaciones animadas, es la parte oscura y tenebrosa del cuento. Porque sí, la hay. La ambientación desde el inicio llega a sentirse tenebrosa. Comenzará nombrando la seguridad rotunda y absoluta de que Marley está muerto (cosa que se repetirá más de una vez). Se ilustra esto con el aldabón de la casa, el cual tomará la forma del rostro de Marley (Scrooge la verá y dudará de ello) con una atmósfera lúgubre, y el rostro de tal objeto expresa horror. Incluso el en momento en que hace presencia el fantasma de Marley para advertirle sobre las visitas que tendrá, goza de un ambiente horrible, por cuanto sus designios para Scrooge en la otra vida y las almas en pena que tendrá la oportunidad de ver, solo vaticina tormento.
Este ambiente, entre muchas otras cosas, dio bastante para hablar en el meet. Por ello traigo a colación uno de los temas que más me gustó, aunque seré breve para simplemente dejar las cartas sobre la mesa.
Una de las participantes, respondiendo a una de mis intervenciones, aseguró que la lectura resalta la libertad. Una libertad de actuar a favor de los otros. Es decir, eres libre (al menos eso alcanzamos a entender), en la medida en que haces a otros felices. El hacer feliz a otros te hace feliz. Esa era, más o menos su idea.
A mi me pareció una perspectiva bastante cándida e inocente, pero más cercana a la valoración de un niño. Obvio, no estoy diciendo que esto sea malo, pero en pro de dilucidar una propuesta acerva de un autor, y no siendo un experto en este, lo mejor es plantear la perspectiva de acuerdo a lo que propone el libro; eso fue lo que hice.
Mi oposición está ya delineada más arriba en esta reseña, pero formulándola en forma de pregunta, sería algo así: ¿qué pasaría si a Scrooge no se le aparecen estos espíritus? La respuesta parece clara; pues aparte de que no habría cuento, no tendría un motivo para cambiar su actitud y terminaría con el mismo destino de Marley. De hecho, ese es el objetivo del cuento, llevar a cabo acciones buenas en épocas de abundancia, y preferiblemente, que aquella actitud se prolongue lo más posible. Es decir, la motivación para ser un buen ciudadano o cristiano (al fin y al cabo estamos hablando de navidad), es no condenarse.
Con esto termino la reseña. A para mí, si bien es una obra que apela a la nostalgia de nuestra cultura pop, es un buen libro para grandes y pequeños, y cuyo objetivo de motivar un comportamiento a favor de los más necesitados, y que debería promoverse e ir más allá de un libro.
Con dedicación R31k3
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