Ficha técnica |
|
Título |
La letra Escarlata |
Autor |
Nathaniel Hawthorne |
Editorial |
D. Appleton y compañía |
Primera edición |
1903 |
Impresión |
Edición digital |
Páginas |
159 |
Nathaniel Hawthorne fue un
escritor estadounidense del siglo XIX, concentrado en un estilo de escritura a
la vez romántica y oscura. Entre sus escritos más reconocidos está La casa
de los siete tejados y la presente La letra escarlata.
Ahora, si hacemos un googlazo
sobre la letra escarlata, encontramos que esta es catalogada como la obra
cumbre de Hawthorne, lo cual ya sumado a la consideración de ser considerado un
clásico norteamericano, realizado a partir de un documento de la vida real, y
cuya historia retrata la vida y creencias de una pequeña parte de la sociedad
estadounidense respecto a las mujeres del puritanismo (siglo XVI y XVII), es
difícil que no suene tentador al lector que busca nuevas obras de renombre que
explorar. Sin nombrar las al menos dos adaptaciones cinematográficas. Una de
1934 y otra de 1995.
La novela inicia con una escena
por demás interesante y fuerte. De un edificio, de horrible fachada, aparece
una mujer con algunos hombres que la acompañan. No sería para menos, pues el
edificio es la cárcel, y una muchedumbre espera con ansiedad lo que la ley ha
decidido respecto a ella: Hester Prynne. ¿Su delito? El adulterio. Es decir, ha
sido infiel a su esposo, y fruto de ello es el pequeño bebé que lleva en brazos
en esa penosa marcha.
Aun así, cuando Hester se hallaba
arriba del tablado para escuchar la decisión final, su mente viajaba a su hogar
original. En este punto nos enteramos que ella no es originaria de estas
tierras, sino de Europa. Que, si bien faltó a la promesa de fidelidad a su
esposo, el cual sí era del nuevo continente, era porque aquel no estaba no solo
a su lado, sino que nunca se supo más de él después de un viaje que realizaría,
y eso afectó la valía de la mujer, que encontrándose sola, cayó en tentación.
Debe Vd.
saber, señor, que esa mujer fué la esposa de un cierto sabio, inglés de
nacimiento, pero que había habitado mucho tiempo en Amsterdam, de donde hace
años pensó venir á fijar su suerte entre nosotros aquí en Massachusetts. Con
este objeto envió primeramente á su esposa, quedándose él en Europa mientras
arreglaba ciertos asuntos. Pero en los dos años ó más que la mujer ha residido
en esta ciudad de Boston, ninguna noticia se ha recibido del sabio caballero
Señor Prynne; y su joven esposa, habiendo quedado entregada á su propia
extraviada dirección….
Sea como fuere, los dictámenes de
las normas y reglas acerca de la relación entre parejas, no deja cabida a la
falla, al error emocional, y debe, ante todo, ser cumplidas. Así:
El castigo de
esa ofensa es la pena de muerte. Pero movidos á piedad y llenos de
misericordia, han condenado á Madama Ester á permanecer de pie en el tablado de
la picota solamente tres horas, y después, y durante todo el tiempo de su vida
natural, á llevar una señal de ignominia en el cuerpo de su vestido.
De allí el título del libro, la
letra escarlata. Letra que, por demás, ya llevaba desde antes de salir al
público a recibir su castigo.
Sobre el
corpiño de su traje, en un paño de un rojo brillante, y rodeada de bordado
primoroso y fantásticos adornos de hilos de oro, se destacaba la letra A.
Estaba hecha tan artísticamente, y con tal lujo de caprichosa fantasía, que
producía el efecto de ser el ornato final y adecuado de su vestido, que tenía
todo el esplendor compatible con el gusto de aquella época, excediendo en mucho
á lo permitido por las leyes suntuarias de la colonia.
No podría tener más gratitud por
algunos aspectos del libro. El primero, la división de capítulos. Estos son claros
y sencillos. Llevan números y títulos, lo cual hace que el hilo conductor de la
historia sea continuo y no se pierda. Segundo, el estilo de escritura. Estoy
convencido de que la traducción es mucho más que un arte, y en este caso lo confirmo
con esta la lectura que es un deleite. A veces con sus altibajos llenos de
pasajes edulcorados por los sentimientos a rebosar, otros adornados de manera
innecesaria pero aun así disfrutable. Es decir, goza el texto de transmitir
bellas escenas cargadas de emoción. Ni qué decir, en tercer lugar, de los datos
históricos acerca de cómo consideraban la moralidad los puritanos de esos
siglos, al igual que las explicaciones fantásticas basadas en sus creencias
religiosas o sincretismos. Pero tristemente características todas, que se ven
opacadas y casi oscurecidas por la obra en sí.
Como nombré más arriba, este
libro está basado en documentos reales, lo cual le da un peso mayor, sea por
morbo o interés de saber más por parte del lector. El problema sobreviene
cuando el libro, sin importar su edición, trae una sección inicial larguísima
llamada La aduana (que no hace parte como tal de la historia), en la cual el
autor relatará el encuentro con dichos documentos, como las expectativas y
creación de la temática del libro. Esto debería catalogarse como un apéndice,
pues aporta poco al lector casual, y tal vez se dirija al especialista en
Hawthorne, el interesado en historia o alguien que quiera profundizar en algún
tema que toque el texto. Su extensión es tal, que se vuelve pesado y no se
siente como buen preámbulo al contenido del libro, ya que no tiene ni siquiera
la estructura episódica de la novela.
Ahora, es entendible que un
escritor solo quiera contar una historia, pero, ¿qué pasa cuando su magnífica
forma de escribir genera expectativas demasiado altas a comparación del
contenido que ofrece? El misterio del hombre que llega al pueblo en plena
ejecución del castigo de Hester y parece tener relación con esta, el futuro de Hester,
como el de su hija y la identidad del hombre con el que tuvo el romance, no se
dan una manera traumática o como uno esperaría. No angustia realmente. Sí, ella
es una rechazada; alguien a quien todos juzgan y someten a sus juicios morales,
pero sobre esa maldición aparece la fuerza de la costumbre, el poder de que
ella es útil a los demás, y hasta el simbolismo de la aceptación de aquella
letra escarlata.
El primero es la brujería. Las
artes oscuras son recurrentes en el diario vivir de esta comunidad, haciendo
que aquello que está más allá de los límites de la comprensión o incluso del
pueblo mismo, adquiera esa esencia negativa. Por ejemplo:
—¿Por qué me
miras y te sonríes de ese modo? — le preguntó Ester toda inquieta al ver la
expresión de sus ojos. —¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas
que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la
perdición de mi alma?
Ese hombre negro, referencia
directa al diablo, será recurrente en las conversaciones y a nivel explicativo.
Y junto a esta niebla de hechicería, segundo, aparece la Señora Hibbins. Esta
mujer es hermana del gobernador, y su relación con la hechicería es clara
dentro de la trama; pero al ser la hermana de tal personaje, se trata de una mujer
virtualmente intocable. Luego, la Señora Hibbins tiene incidencia en varios
momentos en los que se sospecha de la conexión de Hester con el hombre negro,
así como con su hija. También parece que su gusto por las artes oscuras es tal,
que ha llegado a la ilegalidad. Este personaje tan interesante no es más que un
añadido sin sentido, pues sin ella, la historia seguiría fluiría exactamente
igual.
Sé, de antemano, que existe la
antiliteratura, cuyos representantes más abanderados son Cortázar y Joyce. Pero,
aun así, existe cierta robustez interna con las obras mencionadas, y que se
puede entender su grandeza a pesar de su complejidad.
En definitiva, La letra escarlata
es una obra con un argumento que suena increíble al principio, que goza de un
estilo casi incomparable y datos históricos super curiosos e interesantes, pero
que falla en la lógica interna, como en satisfacer aquello que promete.
Un libro que recomiendo más para
el historiador o estudioso de la literatura americana, pero no al lector que
espera una gran obra.
Con paciencia y sinceridad
R31K3
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