lunes, 22 de noviembre de 2021

Reseña: La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne

Ficha técnica

Título

La letra Escarlata

Autor

Nathaniel Hawthorne

Editorial

D. Appleton y compañía

Primera edición

1903

Impresión

Edición digital

Páginas

159

Tener una opinión clara acerca de un clásico es arriesgado, tanto si es positivo, pero con mayores consecuencias si es negativo, pues al igual que muchos bestseller contemporáneos, habrá seguidores que se rasgan las vestiduras por enaltecer, por sobre todas las cosas, los libros que aman. Pero existe un paleativo a las inquietudes de un juicio en solitario: coincidir en el mismo por parte de varias voces. Por ello, y a riesgo de menosprecio, sobre la reseña y opinión que traigo hoy día, conservo la convicción de que no gozo de miopía, pues en la lectura conjunta de esta obra se llegó a coincidencias valorativas.

Nathaniel Hawthorne fue un escritor estadounidense del siglo XIX, concentrado en un estilo de escritura a la vez romántica y oscura. Entre sus escritos más reconocidos está La casa de los siete tejados y la presente La letra escarlata.

Ahora, si hacemos un googlazo sobre la letra escarlata, encontramos que esta es catalogada como la obra cumbre de Hawthorne, lo cual ya sumado a la consideración de ser considerado un clásico norteamericano, realizado a partir de un documento de la vida real, y cuya historia retrata la vida y creencias de una pequeña parte de la sociedad estadounidense respecto a las mujeres del puritanismo (siglo XVI y XVII), es difícil que no suene tentador al lector que busca nuevas obras de renombre que explorar. Sin nombrar las al menos dos adaptaciones cinematográficas. Una de 1934 y otra de 1995.

La novela inicia con una escena por demás interesante y fuerte. De un edificio, de horrible fachada, aparece una mujer con algunos hombres que la acompañan. No sería para menos, pues el edificio es la cárcel, y una muchedumbre espera con ansiedad lo que la ley ha decidido respecto a ella: Hester Prynne. ¿Su delito? El adulterio. Es decir, ha sido infiel a su esposo, y fruto de ello es el pequeño bebé que lleva en brazos en esa penosa marcha.


Mientras se acerca al cadalso, las mujeres presentes, como podría esperarse de cualquiera que deseaba presenciar aquel espectáculo, ya habían dado sus opiniones acerca del mejor castigo que Hester podía tener, pues su estatus de adulterio, según una voz, había denigrado el nombre de todas las mujeres del lugar. Así, desde un castigo ejemplar a la misma muerte, las consideraciones alrededor de la condenada variaban según qué tanto afectó su fechoría a la moralidad.

Aun así, cuando Hester se hallaba arriba del tablado para escuchar la decisión final, su mente viajaba a su hogar original. En este punto nos enteramos que ella no es originaria de estas tierras, sino de Europa. Que, si bien faltó a la promesa de fidelidad a su esposo, el cual sí era del nuevo continente, era porque aquel no estaba no solo a su lado, sino que nunca se supo más de él después de un viaje que realizaría, y eso afectó la valía de la mujer, que encontrándose sola, cayó en tentación.

Pero paralelo a esto un desconocido llega al pueblo, y mientras pregunta para enterarse acerca de lo que está sucediendo en el lugar, el rostro de aquel hombre se afecta al ver a Hester siendo juzgada. Sin embargo, ese ser parece controlar muy bien sus emociones, pues su impresión pasa desapercibida, por demás del espectáculo que todos están presenciando.

Debe Vd. saber, señor, que esa mujer fué la esposa de un cierto sabio, inglés de nacimiento, pero que había habitado mucho tiempo en Amsterdam, de donde hace años pensó venir á fijar su suerte entre nosotros aquí en Massachusetts. Con este objeto envió primeramente á su esposa, quedándose él en Europa mientras arreglaba ciertos asuntos. Pero en los dos años ó más que la mujer ha residido en esta ciudad de Boston, ninguna noticia se ha recibido del sabio caballero Señor Prynne; y su joven esposa, habiendo quedado entregada á su propia extraviada dirección….

Sea como fuere, los dictámenes de las normas y reglas acerca de la relación entre parejas, no deja cabida a la falla, al error emocional, y debe, ante todo, ser cumplidas. Así:

El castigo de esa ofensa es la pena de muerte. Pero movidos á piedad y llenos de misericordia, han condenado á Madama Ester á permanecer de pie en el tablado de la picota solamente tres horas, y después, y durante todo el tiempo de su vida natural, á llevar una señal de ignominia en el cuerpo de su vestido.

De allí el título del libro, la letra escarlata. Letra que, por demás, ya llevaba desde antes de salir al público a recibir su castigo.

Sobre el corpiño de su traje, en un paño de un rojo brillante, y rodeada de bordado primoroso y fantásticos adornos de hilos de oro, se destacaba la letra A. Estaba hecha tan artísticamente, y con tal lujo de caprichosa fantasía, que producía el efecto de ser el ornato final y adecuado de su vestido, que tenía todo el esplendor compatible con el gusto de aquella época, excediendo en mucho á lo permitido por las leyes suntuarias de la colonia.

Ahora, como habrá de percibir el lector, la trama se centrará en, primero, qué será de la vida de Hester ahora es una paria identificada plenamente por la letra que debe llevar siempre; segundo, quien es el desconocido que se ve sorprendido por la situación de Hester en aquel lugar; tercero, qué será de su hija, pues marcada la madre, también vivirá marcada la hija y, cuarto, quién es el padre de la pequeña.

No podría tener más gratitud por algunos aspectos del libro. El primero, la división de capítulos. Estos son claros y sencillos. Llevan números y títulos, lo cual hace que el hilo conductor de la historia sea continuo y no se pierda. Segundo, el estilo de escritura. Estoy convencido de que la traducción es mucho más que un arte, y en este caso lo confirmo con esta la lectura que es un deleite. A veces con sus altibajos llenos de pasajes edulcorados por los sentimientos a rebosar, otros adornados de manera innecesaria pero aun así disfrutable. Es decir, goza el texto de transmitir bellas escenas cargadas de emoción. Ni qué decir, en tercer lugar, de los datos históricos acerca de cómo consideraban la moralidad los puritanos de esos siglos, al igual que las explicaciones fantásticas basadas en sus creencias religiosas o sincretismos. Pero tristemente características todas, que se ven opacadas y casi oscurecidas por la obra en sí.

Como nombré más arriba, este libro está basado en documentos reales, lo cual le da un peso mayor, sea por morbo o interés de saber más por parte del lector. El problema sobreviene cuando el libro, sin importar su edición, trae una sección inicial larguísima llamada La aduana (que no hace parte como tal de la historia), en la cual el autor relatará el encuentro con dichos documentos, como las expectativas y creación de la temática del libro. Esto debería catalogarse como un apéndice, pues aporta poco al lector casual, y tal vez se dirija al especialista en Hawthorne, el interesado en historia o alguien que quiera profundizar en algún tema que toque el texto. Su extensión es tal, que se vuelve pesado y no se siente como buen preámbulo al contenido del libro, ya que no tiene ni siquiera la estructura episódica de la novela.

Ahora, es entendible que un escritor solo quiera contar una historia, pero, ¿qué pasa cuando su magnífica forma de escribir genera expectativas demasiado altas a comparación del contenido que ofrece? El misterio del hombre que llega al pueblo en plena ejecución del castigo de Hester y parece tener relación con esta, el futuro de Hester, como el de su hija y la identidad del hombre con el que tuvo el romance, no se dan una manera traumática o como uno esperaría. No angustia realmente. Sí, ella es una rechazada; alguien a quien todos juzgan y someten a sus juicios morales, pero sobre esa maldición aparece la fuerza de la costumbre, el poder de que ella es útil a los demás, y hasta el simbolismo de la aceptación de aquella letra escarlata.


Es una novela muy plana. Lamentablemente deducible, y la motivación de los personajes parece lícita. Creíble al principio, pero o estamos acostumbrados a un puritanismo histórico donde se exagera, o Hester estaba de suerte con muchos aspectos de su vida que hicieron que no fuera castigada como tal vez lo merecía. A esto podemos añadirle la aparición de temas y personajes que parecen fluir de principio a fin, pero que al final de cuentas es totalmente irrelevante. Para el caso nombraré dos que están relacionados.

El primero es la brujería. Las artes oscuras son recurrentes en el diario vivir de esta comunidad, haciendo que aquello que está más allá de los límites de la comprensión o incluso del pueblo mismo, adquiera esa esencia negativa. Por ejemplo:

—¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? — le preguntó Ester toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. —¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la perdición de mi alma?

Ese hombre negro, referencia directa al diablo, será recurrente en las conversaciones y a nivel explicativo. Y junto a esta niebla de hechicería, segundo, aparece la Señora Hibbins. Esta mujer es hermana del gobernador, y su relación con la hechicería es clara dentro de la trama; pero al ser la hermana de tal personaje, se trata de una mujer virtualmente intocable. Luego, la Señora Hibbins tiene incidencia en varios momentos en los que se sospecha de la conexión de Hester con el hombre negro, así como con su hija. También parece que su gusto por las artes oscuras es tal, que ha llegado a la ilegalidad. Este personaje tan interesante no es más que un añadido sin sentido, pues sin ella, la historia seguiría fluiría exactamente igual.

Hablar en contra de clásicos puede ser muy fácil, pues los muertos no pueden defenderse, y sus voces solo se manifiestan a través de los fieles seguidores. Por eso, puede que yo esté velado por una perspectiva contemporánea de la literatura, donde espero que cada elemento (o la mayoría de ellos) que se colocan en la novela, tenga relevancia. Que las expectativas que se generan sean satisfechas, y los misterios propuestos (de existir), sean resueltos de manera que tengan sus consecuencias lógicas.

Sé, de antemano, que existe la antiliteratura, cuyos representantes más abanderados son Cortázar y Joyce. Pero, aun así, existe cierta robustez interna con las obras mencionadas, y que se puede entender su grandeza a pesar de su complejidad.

En definitiva, La letra escarlata es una obra con un argumento que suena increíble al principio, que goza de un estilo casi incomparable y datos históricos super curiosos e interesantes, pero que falla en la lógica interna, como en satisfacer aquello que promete.

Un libro que recomiendo más para el historiador o estudioso de la literatura americana, pero no al lector que espera una gran obra.

Con paciencia y sinceridad

R31K3 

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