lunes, 8 de noviembre de 2021

Reseña: Cuentos negros de Ambrose Bierce

Ficha técnica

Título

Cuentos negros

Autor

Ambrose Bierce

Editorial

Alianza Editorial

Primera edición

2011

Impresión

Madrid

Páginas

144

ISBN

9789588846224

La sátira, al menos en mi experiencia como lector, es de las menos recurrentes dentro de mi universo de lecturas. Aun así, como muchos otros, he explorado un gran representante de esta como lo es Swift y su afamado Los viajes de Gulliver, y pare de contar. En la universidad escuché alguna vez sobre Voltaire, pero como el centro de mis estudios era su pensamiento filosófico, su sátira fue más de oídas. Ahora, y sin temer a asegurar que este es uno de los mejores libros que he leído en mi vida (esto lo retomaré más adelante), les traigo esta reseña de Cuentos negros de Ambrose Bierce.

Caí en este libro de manera fortuita. Últimamente encuentro mayor gusto en los cuentos que en las novelas, y pasando de reojo por la sección de cuentos de la biblioteca a la que suelo ir, me llamó la atención el título de Cuentos negros, y una portada de lápices y plumas de esa ausencia de color.

Siendo sincero, nunca había escuchado hablar de este autor, cosa por demás que hace aflorar en mi un sentimiento de frustración, pues me fascinaría haberme topado con este en el pasado. Porque de entrada, pensé que el título de este pequeño gran libro, hacía referencia a cuentos de carácter policial. De aquel género que se tornó de moda hace unos pocos años, y que variaba entre el crimen y la corrupción; algo así como los cuentos noir americanos. Pero no. Fue más que eso. O mejor, algo mejor que eso. Me encontré con una obra satírica.

El libro que presento ahora, de editorial Alianza, compila un total de catorce cuentos, distribuidos en aproximadamente 110 páginas. Es decir, un promedio de siete páginas por cada uno. Y si bien algunos ocupan apenas cuatro y otros se extienden hasta doce, el contenido del mismo no hace justicia a la apariencia exigua del mismo.

El cuento de entrada, titulado Aceite de perro, nos relatará la historia de un honrado joven llamado Boffer Bing, de humilde origen, que trabaja en los negocios de su padre y madre. El primero, fabrica aceite de perro (por ello el título), para lo cual Boffer fue educado en el trabajo de conseguir los cuadrúpedo para tal fin; la segunda, tiene un taller en el cual se “deshacía de bebés no deseados”, y él se encargaba de deshacerse de los restos. Por su puesto, el trabajo de la madre era algo ilegal, por lo cual debía ingeniárselas para desaparecer el material sobrante. No tanto así con el trabajo del padre, pues si bien este no era ilegal, si era mal visto por los dueños de caninos. ¿Por qué? Porque ese aceite era destinado para tratamientos que adquirían médicos.

Ahora, el problema sobreviene cuando Boffer, en un momento determinado, debe deshacerse de uno de los cuerpos de bebé del taller de la madre, y detectando un policía merodeando, termina por meter el cuerpo del pequeño en la caldera del padre, con resultados magníficos en cuanto a la calidad del aceite.

Hasta este punto el cuento parece no solamente escabroso, sino tristemente deducible, pero creo que el énfasis no es ese para este tipo de relato, sino el tono del mismo. En primer lugar, porque ya desde el principio se muestran dos cosas claras. El desastre en que acabará todo, pues el protagonista manifiesta que “Al volver la vista atrás hasta aquellos días, no puedo sino arrepentirme, a veces, de que al causar indirectamente la muerte de mis amados padres, fui el responsable de infortunios que habrían de marcar profundamente mi futuro”; además, que los elementos que se conjugarán para tal desenlace se plantan desde el comienzo; el trabajo de ambos padres.

Lo importante es esa perspectiva tanto realista como oscura, de cómo deben sobrevivir personas de bajos recursos, y aun así, aun en lo ilegal o rozándolo, son personas trabajadoras, cuyo valor fundamental es la dedicación. Incluso, en la frase antes mencionada por parte del protagonista, ese “a veces”, aparece contrastado con sus “amados padres”, pero al mismo tiempo pone de relevancia que es más importante sus propios infortunios que la muerte de estos.

Ese elemento de contradicción, de egoísmo y la vez sinceridad consigo mismo, es algo que atravesará totalmente a todos los cuentos. Es decir, mientras algo pueda sentirse comúnmente como reprochable, reprobable, incluso amoral, todas las acciones que llevan a cabo los diversos personajes, se siente un retrato del comportamiento humano real. Lleno de intrigas, hipocresías, traiciones, estupideces, tonterías, sin sentidos, etc. Que se toman por buenos valores, dependiendo de a quien beneficie. O, acaso, ¿no se ve como corrupto al policía que no imputa una multa a quien comete una infracción a cambio de dinero, pero es apreciado si a quien excusa recibiendo ese dinero es uno mismo, o un ser querido? ¡Alabado sea el agente de tránsito que no aplicó la ley y no me inmovilizó el auto!

Ahora, este tipo de escritura no se queda en la aproximación al realismo de los acontecimientos, sino que se expande a lo sobrenatural o simplemente inverosímil. Así, en Un naufragio psicológico, un tal William Jarrett nos narrará como, después de que cayera en bancarrota y su socio muriera, decide tomar un viaje en crucero a la ciudad de Nueva York. En este viaje, embarcado en un velero llamado Morrow, conocerá a una joven y… de aquí no diré más nada. ¿Por qué? Porque el cuento se desenvuelve con la relación que entabla con esa chica, pero al tiempo tiene que ver con un tipo de… ¿proyección astral? O una experiencia extracorporal, en un desenlace corto y de giro argumental. Eso sí, que no se deja del todo deducir con solamente el título.

El último que traeré a colación, y uno de mis favoritos, es El bautizo de Dobsho. Cuento con el cual se cierra esta recopilación, y que se puede resumir en dos palabras: broma pesada. Una broma que desde las primeras palabras del narrador, nos advierte que todo sale mal, pues “Sin duda fue un acto perverso. A menudo me he arrepentido desde entonces haberlo hecho, y si la oportunidad se presentase de nuevo, me lo pensaría dos veces antes de hacerlo”. A continuación, no solo después de dudar de si lo haría de nuevo, se justifica con el hecho de que era aun joven, y le gustaba ese tipo de humor.

Este cuento me parece llamativo, pues reconoce ese proceder poco meditativo, en cuanto a reflexión en las consecuencias, propias de la ya nombrada juventud, y cuyos actos solo toman peso real en vista de los resultados, o con la madurez del tiempo. Esto es importante porque, a pesar de saber que los resultados de la broma fueron catastróficos en más de un sentido, y que ya no gusta de ese tipo de proceder para divertirse, expresiones como “me lo pensaría dos veces” o que “me embarga cierta satisfacción por haber contribuido con mi pequeño granito de arena a ponerlos en ridículo”, en referencia al gozo que sintió al escarnecer la religión. Es decir, su arrepentimiento no es absoluto, y parece más un convencionalismo para valorar correctamente su broma.

A esto me refiero con tono. A una perspectiva sombría de las acciones y relaciones humanas, donde prevalece el egoísmo y la ironía. Todo abrazado por la exageración y la cercanía, que a mi personalmente, te alcanza no solo a arrancar una sonrisa, sino una carcajada. Eso sí, al igual que Swift, donde el humor de este último mudaba desde lo fino a lo coprológico, Bierce no fue del todo agradable para su época, y estoy seguro que lo será menos en esta, pues la sensibilidad que gozan las redes sociales, donde el humor puede dañar la sensibilidad de cualquiera, está a la orden del día.

A veces creo que es bueno que no todas las personas dediquen su tiempo libre a la lectura, pues una joya como esta seguramente sería censurada (¡Sí, censurar! No el patético eufemismo de “cancelar”), al no tener límites en la crítica, burla e ironía de casi cualquier tema. De hecho, el último cuento que he nombrado, puede llegar tocar líneas de susceptibilidad claras al manosear no solo las creencias religiosas, sino la juventud cercana a la niñez, como la inocencia y la confianza.

Para terminar, no creo que exagere en estos momentos si afirmo que este es uno de los libros que ha cambiado mi vida como lector y escritor, pues reconozco realmente a un artista en estas letras, en estos cuentos negros, que me divierte y me inspira, al usar la sátira como herramienta de desahogo, y que en mi vida colinda con cómo veo la sociedad.

Con especial dedicación

R31K3.

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