Ficha técnica |
|
Título |
Rayuela |
Autor |
Julio Cortazar |
Editorial |
Alfaguara |
Primera
edición |
2019 |
Impresión |
España |
ISBN |
9788420437484 |
Tercero, y volviendo al lector
amateur. Podrías pasar por alto las partes complejas y centrarte en la historia
romántica, profundizando un poco en esta como en los personajes, con los
capítulos más o menos entendibles; aun así, debo decir que esta lectura se
complica, pues como experimenté en el grupo de lectura, se deserta muy
fácilmente, pues la relación de los personajes es, en palabras contemporáneas,
tóxica.
Así, de entrada, se exige un
lector bastante comprometido, que sea capaz de manejar una cantidad amplia de
referencias, como estar abierto a todo tipo de eventos, a veces crueles; otros,
aparentemente sin sentido; muchos otros, complejos, que profundizan las formas
de cómo entienden la realidad los personajes.
Teniendo en cuenta lo anterior.
Rayuela está dividida en dos partes de tamaño desequilibrado. En la primera
gran parte, titulada “Del lado de allá”, será la historia de la relación
amorosa de Horacio Oliveira y La maga, cuyo nombre verdadero es Lucía, y estará
ubicada en Paris. La segunda menor parte, “Del lado de acá”, será el regreso de
Oliveira a la Argentina, donde se reencontrará con un su viejo amigo Traveler
y, la esposa de este, Talita.
En Paris, Oliveira y La maga hacen parte de un grupo llamado Club de la Serpiente. Grupo constituido por personajes que abordan la literatura, el arte, la filosofía, la música, etc. En conversaciones que incluyen el Jazz y la bebida.
El club está integrado por Ettiene, un pintor el cual tiene, por supuesto, por bandera el arte, y cuyas discusiones derivan alrededor del ámbito estético. Ronald y Babs, una pareja, donde el primero es pianista y la segunda una ceramista. Gregorovious, otro intelectual, cuya fortaleza está en el ámbito del lenguaje, lo que traerá consigo choques con Horacio, o que servirá como excusa, pues a este hombre le gusta la maga. La particularidad de Gregorovious , está en que su pasado es un graciosos misterio. Gracioso, porque dependiendo del licor que beba, su origen materno como familiar cambiará. Guy Monod, personaje que hará énfasis en al final de la primera parte, respecto a una muerte, porque este intentará suicidarse. Perico Romero es un español amante a la literatura y que encontrará también discusiones estéticas, y tenderá a subestimar a algunos de sus miembros conceptualmente; especialmente a Ettiene. Por último, está Wong. De origen chino, tiene una fijación con la historia de su nación, al punto de llegar consigo fotos de eventos trágicos, como una operación militar japonesa fallida, o formas de tortura china. Si se debe añadir un personaje más, sería Rocamadur. Es el hijo de la maga. Un bebé con undestino fatal. Entiendase que se muere, y trae como consecuencia la desaparición de su madre.
El primer capítulo, que vendría siendo el 73, es una apertura que, en cierta manera, advierte los contenidos lingüísticos, como los juegos de palabras, al igual que la inventiva del libro. Nombra lugares comunes con una dialéctica que contrapone, desde ideales y tradiciones filosóficos y religiosos, a elementos más comunes, en lo cuales se puede encontrar su diferencia al igual que su vínculo, y que encuentran su principio de contraposición desde la misma literatura. Así:
Cuántas veces
me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al
engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse
si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar
por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo,
angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la
contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o
Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama
y cataclismos de living room.
Y de inmediato, nos arroja al
problema poco reflexionado sobre la elección de uno y otro. Somo la atomización
y las infinitas opciones intermedias que tienen a una matización, que salta a la
invención. Es decir, no al conformismo y la determinación de la elección:
El solo hecho
de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí,
que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser dialéctica,
que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra
cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá?
Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que
tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser
invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura,
piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad,
una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.
Seguido de esto nombrará a
Morelli. Toda una estrategia de despiste, pues este es un personaje que
aparecerá más adelante. No el famoso pintor. Desde el cual se acentuará tanto
esta perspectiva de salirse de los lineamientos cotidianos, que tratan de
llevar a un conjunto unívoco a las personas, que nombrará inicialmente como la
Gran costumbre.
Horacio representa un ideal de
intelectual. No aquél que dedica su vida a la vida académica en plenitud. No.
De hecho, expresa su despreció por el academicismo. Por la enseñanza formal de
la universidad, y la cultura de ofrecer un título oficial que avale tu
conocimiento. El, con más de 40 años y con alma de contradictor, tiende a un
tipo especial de aislamiento, donde, a pesar de poseer posturas más o menos
claras sobre ciertas dinámicas intelectuales, deriva en lo absurdo acompañado
por la soledad y la angustia. Explora racionalmente lo racional, sin dejarse
nunca que esto lo absorba, más allá de llegar a dejarse llevar.
Así, en un plano moral, será totalmente reprochable, pues recurre a la no demostración de las emociones, a favor de mantener un tipo de mentalidad. Conservarse en un status donde lo emocional expresado abiertamente, sin intermedio de la razón, lo hace entenderse como un mentiroso o hipócrita. Y con esto, aceptarse abiertamente y a plenitud, es todo un reto que termina por ser admirado, pero que lo condena.
Por el otro lado, Lucía es una
mujer que aspira a lo que es Horacio. Lo que son los miembros de club. Una
aspiración a la intelectualidad que la llevará a soportar el desprecio y la
denigración, traducido a saberse no solo ignorante, sino a aceptar esa
ignorancia como virtualmente infranqueable. Momentos de desidia la invaden
cuando está con Horacio, porque el desprecia las continuas preguntas hechas por
ella por las constantes referencias, como la explicación de temas que no ha tocado
en su vida.
La Maga
desconfiaba un poco. Admiraba terriblemente a Oliveira y a Etienne, capaces de
discutir tres horas sin parar. En torno a Etienne y Oliveira había como un
círculo de tiza, ella quería entrar en el círculo, comprender por qué el principio
de indeterminación era tan importante en la literatura, por qué Morelli, del
que tanto hablaban, al que tanto admiraban, pretendía hacer de su libro una
bola de cristal donde el micro y el macrocosmo se unieran en una visión
aniquilante.
A pesar de esto, Lucia tenía
conversaciones tales que, se veía el principio de crítica a la actitud de
Horacio:
—Vos no
podrías —dijo—. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.
—Parto del
principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.
—Partís del
principio —dijo la Maga—. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que
va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en
el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un
cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en
esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.
Aun esto, no hace que se levante el
más mínimo interés sobre algunos aspectos de ella. Precio claro por sus
historias de Uruguay, y en menor medida, su hijo. De Rocamadur.
Los giros de los diferentes
capítulos, que varían entre cortas citas de diferentes autores a largas
reflexiones, como dije anteriormente, matizan y profundizan tanto las
relaciones como las acciones. Ese antes y después que se transforman en otro
antes y después, al tiempo que trata de explicar el tiempo en que viven, en un
intento de atrapar el espíritu de la época.
¿Qué es en el
fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo?
Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado
hacia la nostalgia. Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, back to
Adam, le bon sauvage (y van...), Paraíso perdido, perdido por buscarte, yo, sin
luz para siempre... Y dale con las islas (cf. Musil) o con los gurús (si se
tiene plata para el avión París-Bombay) o simplemente agarrando una tacita de
café y mirándola por todos lados […] Hay quizá un reino milenario, pero no es
escapando de una carga enemiga que se toma por asalto una fortaleza. Hasta
ahora este siglo se escapa de montones de cosas, busca las puertas y a veces
las desfonda.
Sin embargo, ¿Horacio hizo algo
relevante en Francia? Esta pregunta es una de las más importantes y relevantes
del asunto, pues ¿acaso no viajamos a otros lugares a hacer algo? ¿Desde escapar
a sobrevivir? Sin embargo, el meollo del asunto está, en que Horacio no prácticamente
nada sobre París. Esto se intuye, desde el hecho mismo de que el regresa siendo
deportado. Algo para nada de qué enorgullecerse. Y, aún más, pero mucho más
importante, al nivel de lo esperable, no hizo absolutamente nada. Por eso
encontramos un pasaje como este, entre Horacio y Manu.
—Bueno, contá
algo —propuso.
—El tiempo
—dijo Oliveira— era muy variable, pero de cuando en cuando había días buenos.
Otra cosa: Como muy bien dijo César Bruto, si a París vas en octubre, no dejes
de ver el Louvre. ¿Qué más? Ah, sí, una vez llegué hasta Viena. Hay unos cafés
fenomenales, con gordas que llevan al perro y al marido a comer strudel.
—Está bien,
está bien —dijo Traveler—. No tenés ninguna obligación de hablar, si no te da
la gana.
—Un día se me
cayó un terrón de azúcar debajo de la mesa de un café. En París, no en Viena.
—Para hablar
tanto de los cafés no valía la pena que cruzaras el charco.
—A buen
entendedor —dijo Oliveira, cortando con muchas precauciones una tira de
chinchulines—. Esto sí que no lo tenés en la Ciudad Luz, che. La de argentinos
que me lo han dicho. Lloran por el bife, y hasta conocí a una señora que se
acordaba con nostalgia del vino criollo. Según ella el vino francés no se
presta para tomarlo con soda.
—Qué
barbaridad —dijo Traveler.
—Y por
supuesto el tomate y la papa son más sabrosos aquí que en ninguna parte.
—Se ve —dijo
Traveler— que te codeabas con la crema.
—Una que otra
vez. En general no les caían bien mis codos, para aprovechar tu delicada
metáfora. Qué humedad, hermano.
—Ah, eso —dijo
Traveler. Te vas a tener que reaclimatar.
En esa forma
siguieron unos veinticinco minutos.
Mientras Horacio tiene en su
mente aun la vida de un hombre intelectual de una de las capitales culturales
del mundo, nunca aceptará sin reservas, al menos no frente a alguien más, sobre
la vida de mantenido que tuvo en el viejo continente. En la manera déspota en
que trataba a Lucía, y la mayoría del club, y si bien esto no era exclusivo de
él, era mucho más, digamos, agresivo. Egoísta y egocentrista.
Por tanto, no sabía hacer nada.
Nada de nada, que le permitiera subsistir al volver a su tierra. Lo que terminó
en que Manú le consiguiera un “trabajo” en el circo al que pertenecía. Aquí
encontramos de forma más práctica la inutilidad de Horacio, ya que lleva
acciones que son contraintuitivas. Si no, propias de alguien con un tipo de
problemas.
—Gracias.
Estábamos en que yerba y clavos. ¿Para qué querés los clavos?
—Todavía no sé
—dijo Oliveira, confuso—. En realidad saqué la lata de clavos y descubrí que
estaban todos torcidos. Los empecé a enderezar, y con este frío, ya ves...
Tengo la impresión de que en cuanto tenga clavos bien derechos voy a saber para
qué los necesito.
—Interesante
—dijo Traveler, mirándolo fijamente—. A veces te pasan cosas curiosas a vos.
Primero los clavos y después la finalidad de los clavos. Sería una lección para
más de cuatro, viejo.
Oliveira toma por actividad enderezar
clavos a base de martillazos, acción que en principio parece razonable, pues
hace al lector suponer que es para algo más en el circo. Sin embargo, descubrimos
después que lo que hace, que incluso le llena los dedos de machucones y sangre,
termina siendo un sinsentido que escala mucho más allá de la mano de Manú.
A esto se suma la pareja de Oliveira:
Gekrepten. La que parece, es su pareja. Esta mujer se caracteriza por se
abnegada, y agrega un elemento de “normalidad” a lo que es Oliveira. Lo tolera,
al punto que sus desvaríos pasan de lo extraño a lo cotidiano. Es decir, se
acostumbró a él, no sin antes dejar dicho, que ella fluye entre la normalidad y
el comportamiento extraño.
Por último, porque esto es una
reseña y no un resumen (aunque creo que es imposible hacer un resumen decente
de Rayuela), siento que debo profundizar en unos aspectos de esta segunda parte.
Primero, Manú es un hombre que se
deja contagiar de Oliveira, y si bien nunca ha viajado en su vida, a pesar de tener
por nombre también Traveler, es un personaje clave para entender el Oliveira
que es. Así, Manú es un muy buen lector, lo que hace no solo que empatice con
su amigo, sino que también existan disparidades. Al punto que concibe en varios
momentos, que se enredará emocionalmente con Talita. Cosa por demás que, según él,
pierde importancia en contraposición a otros temas.
Horacio, a pesar de reducir al
mínimo su vida en París, no puede desprenderse de lo que significó Lucía en su
vida. Se manifiesta de manera no solo común, en donde ve a la Maga en lugares
poco probables, sino enfermizo o dando rienda suelta a lo irracional desde lo
racional, pues Talita será el medio físico por el cual la Maga vuelve. Y esto
no envuelve absolutamente nada de misticismo o locura, mucho menos temas
fantasiosos como la reencarnación. No. De hecho, Horacio le dice a Talita que ella
es la Maga y Talita, y mientras ella niega rotundamente ser la Maga, y odia ser
vista como tal, él le asegura que entiende que ella es Talita, tanto en cuerpo
como en mente, pero para él, al mismo tiempo, es la Maga.
Esto me recuerda mucho al principio sobre el cuál está establecida la lógica y el razonamiento de todo occidente, desde el principio de no contradicción Aristotélico, parafraseando: una cosa no puede ser dos cosas al mismo tiempo. Esto nos rige hasta lugares desconocidos y nos recuerda ese problema que se planteaba ya en el capítulo 73 más arriba. ¿Por qué Talita no puede ser Talita y la Maga? O, en término romántico, se ama o no se ama. ¿Por qué no se puede amar y odiar al tiempo? Así, con este pequeño bosquejo, se pueden hacer conexiones entre los capítulos, que van desde razonamientos filosóficos, muchos de corte lingüístico y existencialista, que desemboca en la vida de los personajes.
En estos momentos, mientras
termino esta reseña, mi cabeza no hace sino desear darle una nueva leída a
Rayuela. Lo cual haré, en algún momento, de manera más detenida, u organizando o
participando de una nueva lectura conjunta. Pero realmente, me siento exhausto,
además de frustrado, como feliz, de entender que esta obra es tan interesante y
magnífica, que nunca se agotará en lectura o escritura.
Dejo, de manera intencional, el Glíglico
y los capítulos que están escritos con una ortografía horrible adrede por el
autor, pues estos son tratados ampliamente en otras páginas.
No siendo más, y con una ansiedad
a volver a este libro. ¡No queda duda alguna que es cien por ciento recomendado!
Sin más que decir. Con cariño,
R31k3.
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