lunes, 21 de junio de 2021

Reseña: Rayuela de Julio Cortazar

Ficha técnica

Título

Rayuela

Autor

Julio Cortazar

Editorial

Alfaguara

Primera edición

2019

Impresión

España

ISBN

9788420437484


¿No les ha pasado, amigos lectores, que muchas veces aparecen dentro de sus lecturas, libros o autores, que leerlos es todo un reto, y al momento de hablar de ellos, las palabras se ven coartadas, hasta limitadas para expresar lo que se quiere? Es como tratar de expresar el verdadero amor. Las palabras realmente se quedan cortas, y ni siquiera, la misma palabra amor, logra atrapar del todo el sentimiento. Esto me ha pasado con Rayuela de Cortazar. Y por lo que vi en la Lectura Conjunta en la que lo leí, no soy el único.

Sin embargo, no hay peor lucha que no se hace. Así, que, ¿de qué va Rayuela?

En primer lugar, normalmente Rayuela la venden, en un intento muy, pero muy superficial de marketing, como “la novela que se puede leer en más de una forma". Esto, en principio es verdad, pues, se puede hacer la lectura de la obra según los capítulos que te indica al final de cada uno, lo cual te hará, la mayor parte del tiempo, saltar entre diferentes partes del libro. La otra lectura es la tradición de carácter lineal, que terminará poco más allá del capítulo 50. Peor Rayuela va más allá de esa lectura singular recomendada por el autor. Pero esto, lo tocaré un poco más adelante.

En segundo lugar, existe un problema con la historia de la obra. Aunque, con mayor precisión, es un problema que viene con el tipo de lector. Si eres apenas un amateur, Rayuela puede ser un obstáculo titánico, ya que las referencias que largan desde obras de arte a conceptos filosóficos, te piden no solo mucha paciencia (como normalmente debería ser la buena literatura), sino un dispositivo con conexión a internet para que se entienda mejor la escritura.

Tercero, y volviendo al lector amateur. Podrías pasar por alto las partes complejas y centrarte en la historia romántica, profundizando un poco en esta como en los personajes, con los capítulos más o menos entendibles; aun así, debo decir que esta lectura se complica, pues como experimenté en el grupo de lectura, se deserta muy fácilmente, pues la relación de los personajes es, en palabras contemporáneas, tóxica.

Así, de entrada, se exige un lector bastante comprometido, que sea capaz de manejar una cantidad amplia de referencias, como estar abierto a todo tipo de eventos, a veces crueles; otros, aparentemente sin sentido; muchos otros, complejos, que profundizan las formas de cómo entienden la realidad los personajes.

Teniendo en cuenta lo anterior. Rayuela está dividida en dos partes de tamaño desequilibrado. En la primera gran parte, titulada “Del lado de allá”, será la historia de la relación amorosa de Horacio Oliveira y La maga, cuyo nombre verdadero es Lucía, y estará ubicada en Paris. La segunda menor parte, “Del lado de acá”, será el regreso de Oliveira a la Argentina, donde se reencontrará con un su viejo amigo Traveler y, la esposa de este, Talita.


En Paris, Oliveira y La maga hacen parte de un grupo llamado Club de la Serpiente. Grupo constituido por personajes que abordan la literatura, el arte, la filosofía, la música, etc. En conversaciones que incluyen el Jazz y la bebida.

El club está integrado por Ettiene, un pintor el cual tiene, por supuesto, por bandera el arte, y cuyas discusiones derivan alrededor del ámbito estético. Ronald y Babs, una pareja, donde el primero es pianista y la segunda una ceramista. Gregorovious, otro intelectual, cuya fortaleza está en el ámbito del lenguaje, lo que traerá consigo choques con Horacio, o que servirá como excusa, pues a este hombre le gusta la maga. La particularidad de Gregorovious , está en que su pasado es un graciosos misterio. Gracioso, porque dependiendo del licor que beba, su origen materno como familiar cambiará. Guy Monod, personaje que hará énfasis en al final de la primera parte, respecto a una muerte, porque este intentará suicidarse. Perico Romero es un español amante a la literatura y que encontrará también discusiones estéticas, y tenderá a subestimar a algunos de sus miembros conceptualmente; especialmente a Ettiene. Por último, está Wong. De origen chino, tiene una fijación con la historia de su nación, al punto de llegar consigo fotos de eventos trágicos, como una operación militar japonesa fallida, o formas de tortura chinaSi se debe añadir un personaje más, sería Rocamadur. Es el hijo de la maga. Un bebé con undestino fatal. Entiendase que se muere, y trae como consecuencia la desaparición de su madre.

Hasta acá, más o menos, puedes encontrar el contenido resumido de lo que es Rayuela, y que encontrarás en casi cualquier portal. De aquí en delante haré énfasis en diferentes perspectivas de la obra.

El primer capítulo, que vendría siendo el 73, es una apertura que, en cierta manera, advierte los contenidos lingüísticos, como los juegos de palabras, al igual que la inventiva del libro. Nombra lugares comunes con una dialéctica que contrapone, desde ideales y tradiciones filosóficos y religiosos, a elementos más comunes, en lo cuales se puede encontrar su diferencia al igual que su vínculo, y que encuentran su principio de contraposición desde la misma literatura. Así:


Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room.


Y de inmediato, nos arroja al problema poco reflexionado sobre la elección de uno y otro. Somo la atomización y las infinitas opciones intermedias que tienen a una matización, que salta a la invención. Es decir, no al conformismo y la determinación de la elección:


El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está... Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas.


Seguido de esto nombrará a Morelli. Toda una estrategia de despiste, pues este es un personaje que aparecerá más adelante. No el famoso pintor. Desde el cual se acentuará tanto esta perspectiva de salirse de los lineamientos cotidianos, que tratan de llevar a un conjunto unívoco a las personas, que nombrará inicialmente como la Gran costumbre.

Después de este primer capítulo, comenzará a introducir la historia entre Oliveira y La maga en Paris, que deriva de un romanticismo de dos seres, que por razones de instinto casi incomprensible e intenciones previstas, a una relación dispar por sus personalidades. En este capítulo número 1, encontramos una de las frases más melosas: “Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”.

Pero esta frase no dice nada, más allá de una mínima parte de la relación de estos personajes. Mejor sería describir algunas características de cada uno, para comprender la irrealidad de verlos emparejados, enamorados, a la vez que interdependientes, aunque esto último de manera asimétrica.

Horacio representa un ideal de intelectual. No aquél que dedica su vida a la vida académica en plenitud. No. De hecho, expresa su despreció por el academicismo. Por la enseñanza formal de la universidad, y la cultura de ofrecer un título oficial que avale tu conocimiento. El, con más de 40 años y con alma de contradictor, tiende a un tipo especial de aislamiento, donde, a pesar de poseer posturas más o menos claras sobre ciertas dinámicas intelectuales, deriva en lo absurdo acompañado por la soledad y la angustia. Explora racionalmente lo racional, sin dejarse nunca que esto lo absorba, más allá de llegar a dejarse llevar.

Así, en un plano moral, será totalmente reprochable, pues recurre a la no demostración de las emociones, a favor de mantener un tipo de mentalidad. Conservarse en un status donde lo emocional expresado abiertamente, sin intermedio de la razón, lo hace entenderse como un mentiroso o hipócrita. Y con esto, aceptarse abiertamente y a plenitud, es todo un reto que termina por ser admirado, pero que lo condena.


Por el otro lado, Lucía es una mujer que aspira a lo que es Horacio. Lo que son los miembros de club. Una aspiración a la intelectualidad que la llevará a soportar el desprecio y la denigración, traducido a saberse no solo ignorante, sino a aceptar esa ignorancia como virtualmente infranqueable. Momentos de desidia la invaden cuando está con Horacio, porque el desprecia las continuas preguntas hechas por ella por las constantes referencias, como la explicación de temas que no ha tocado en su vida.


La Maga desconfiaba un poco. Admiraba terriblemente a Oliveira y a Etienne, capaces de discutir tres horas sin parar. En torno a Etienne y Oliveira había como un círculo de tiza, ella quería entrar en el círculo, comprender por qué el principio de indeterminación era tan importante en la literatura, por qué Morelli, del que tanto hablaban, al que tanto admiraban, pretendía hacer de su libro una bola de cristal donde el micro y el macrocosmo se unieran en una visión aniquilante.


A pesar de esto, Lucia tenía conversaciones tales que, se veía el principio de crítica a la actitud de Horacio:


—Vos no podrías —dijo—. Vos pensás demasiado antes de hacer nada.

—Parto del principio de que la reflexión debe preceder a la acción, bobalina.

—Partís del principio —dijo la Maga—. Qué complicado. Vos sos como un testigo, sos el que va al museo y mira los cuadros. Quiero decir que los cuadros están ahí y vos en el museo, cerca y lejos al mismo tiempo. Yo soy un cuadro, Rocamadour es un cuadro. Etienne es un cuadro, esta pieza es un cuadro. Vos creés que estás en esta pieza pero no estás. Vos estás mirando la pieza, no estás en la pieza.


Aun esto, no hace que se levante el más mínimo interés sobre algunos aspectos de ella. Precio claro por sus historias de Uruguay, y en menor medida, su hijo. De Rocamadur.

Los giros de los diferentes capítulos, que varían entre cortas citas de diferentes autores a largas reflexiones, como dije anteriormente, matizan y profundizan tanto las relaciones como las acciones. Ese antes y después que se transforman en otro antes y después, al tiempo que trata de explicar el tiempo en que viven, en un intento de atrapar el espíritu de la época.


¿Qué es en el fondo esa historia de encontrar un reino milenario, un edén, un otro mundo? Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia. Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, back to Adam, le bon sauvage (y van...), Paraíso perdido, perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre... Y dale con las islas (cf. Musil) o con los gurús (si se tiene plata para el avión París-Bombay) o simplemente agarrando una tacita de café y mirándola por todos lados […] Hay quizá un reino milenario, pero no es escapando de una carga enemiga que se toma por asalto una fortaleza. Hasta ahora este siglo se escapa de montones de cosas, busca las puertas y a veces las desfonda.


Lo que podemos apreciar, en su mayoría de la primera parte del libro, es una apertura al pensamiento intelectual, cuasi bohemio, que trata de abarcar el absoluto. Desde lo particular a lo general, o de singular a lo universal, y viceversa, a la vez, cómo estos se conectan necesariamente. Es decir, tenemos una novela, normalmente llamada antinovela, al nivel del Ulises de Joyce, donde la clave de la lectura está en el detalle. Un detalle referencial, que, si carece de la meditación detenida y de pensar su conexión con otras partes de la obra, termina por ser letra vacía. Incomprensible e incomprendida.

Esto ocurrirá en toda la obra. Atentos. ¡En toda la obra! Incluso, la segunda parte, cuando Oliveira vuelve a la Argentina. Es esta se baja ampliamente el ritmo de las referencias, y se hace más fácil. Asequible. No encontraremos con una segunda fase de la vida de Horacio, que estricta forma era la primera.

Sin embargo, ¿Horacio hizo algo relevante en Francia? Esta pregunta es una de las más importantes y relevantes del asunto, pues ¿acaso no viajamos a otros lugares a hacer algo? ¿Desde escapar a sobrevivir? Sin embargo, el meollo del asunto está, en que Horacio no prácticamente nada sobre París. Esto se intuye, desde el hecho mismo de que el regresa siendo deportado. Algo para nada de qué enorgullecerse. Y, aún más, pero mucho más importante, al nivel de lo esperable, no hizo absolutamente nada. Por eso encontramos un pasaje como este, entre Horacio y Manu.


—Bueno, contá algo —propuso.

—El tiempo —dijo Oliveira— era muy variable, pero de cuando en cuando había días buenos. Otra cosa: Como muy bien dijo César Bruto, si a París vas en octubre, no dejes de ver el Louvre. ¿Qué más? Ah, sí, una vez llegué hasta Viena. Hay unos cafés fenomenales, con gordas que llevan al perro y al marido a comer strudel.

—Está bien, está bien —dijo Traveler—. No tenés ninguna obligación de hablar, si no te da la gana.

—Un día se me cayó un terrón de azúcar debajo de la mesa de un café. En París, no en Viena.

—Para hablar tanto de los cafés no valía la pena que cruzaras el charco.

—A buen entendedor —dijo Oliveira, cortando con muchas precauciones una tira de chinchulines—. Esto sí que no lo tenés en la Ciudad Luz, che. La de argentinos que me lo han dicho. Lloran por el bife, y hasta conocí a una señora que se acordaba con nostalgia del vino criollo. Según ella el vino francés no se presta para tomarlo con soda.

—Qué barbaridad —dijo Traveler.

—Y por supuesto el tomate y la papa son más sabrosos aquí que en ninguna parte.

—Se ve —dijo Traveler— que te codeabas con la crema.

—Una que otra vez. En general no les caían bien mis codos, para aprovechar tu delicada metáfora. Qué humedad, hermano.

—Ah, eso —dijo Traveler. Te vas a tener que reaclimatar.

En esa forma siguieron unos veinticinco minutos.


Mientras Horacio tiene en su mente aun la vida de un hombre intelectual de una de las capitales culturales del mundo, nunca aceptará sin reservas, al menos no frente a alguien más, sobre la vida de mantenido que tuvo en el viejo continente. En la manera déspota en que trataba a Lucía, y la mayoría del club, y si bien esto no era exclusivo de él, era mucho más, digamos, agresivo. Egoísta y egocentrista.

Por tanto, no sabía hacer nada. Nada de nada, que le permitiera subsistir al volver a su tierra. Lo que terminó en que Manú le consiguiera un “trabajo” en el circo al que pertenecía. Aquí encontramos de forma más práctica la inutilidad de Horacio, ya que lleva acciones que son contraintuitivas. Si no, propias de alguien con un tipo de problemas.


—Gracias. Estábamos en que yerba y clavos. ¿Para qué querés los clavos?

—Todavía no sé —dijo Oliveira, confuso—. En realidad saqué la lata de clavos y descubrí que estaban todos torcidos. Los empecé a enderezar, y con este frío, ya ves... Tengo la impresión de que en cuanto tenga clavos bien derechos voy a saber para qué los necesito.

—Interesante —dijo Traveler, mirándolo fijamente—. A veces te pasan cosas curiosas a vos. Primero los clavos y después la finalidad de los clavos. Sería una lección para más de cuatro, viejo.


Oliveira toma por actividad enderezar clavos a base de martillazos, acción que en principio parece razonable, pues hace al lector suponer que es para algo más en el circo. Sin embargo, descubrimos después que lo que hace, que incluso le llena los dedos de machucones y sangre, termina siendo un sinsentido que escala mucho más allá de la mano de Manú.

Terminarán entonces en una discusión entre edificios, donde Oliveira necesita los clavos y yerba para el mate, y por circunstancias poco comunes, y un ir y venir de razonamientos, unas tablas harán de puente entre ellos, arriesgando la vida de Talita para entregar lo que necesita.

A esto se suma la pareja de Oliveira: Gekrepten. La que parece, es su pareja. Esta mujer se caracteriza por se abnegada, y agrega un elemento de “normalidad” a lo que es Oliveira. Lo tolera, al punto que sus desvaríos pasan de lo extraño a lo cotidiano. Es decir, se acostumbró a él, no sin antes dejar dicho, que ella fluye entre la normalidad y el comportamiento extraño.

Por último, porque esto es una reseña y no un resumen (aunque creo que es imposible hacer un resumen decente de Rayuela), siento que debo profundizar en unos aspectos de esta segunda parte.

Primero, Manú es un hombre que se deja contagiar de Oliveira, y si bien nunca ha viajado en su vida, a pesar de tener por nombre también Traveler, es un personaje clave para entender el Oliveira que es. Así, Manú es un muy buen lector, lo que hace no solo que empatice con su amigo, sino que también existan disparidades. Al punto que concibe en varios momentos, que se enredará emocionalmente con Talita. Cosa por demás que, según él, pierde importancia en contraposición a otros temas.

Horacio, a pesar de reducir al mínimo su vida en París, no puede desprenderse de lo que significó Lucía en su vida. Se manifiesta de manera no solo común, en donde ve a la Maga en lugares poco probables, sino enfermizo o dando rienda suelta a lo irracional desde lo racional, pues Talita será el medio físico por el cual la Maga vuelve. Y esto no envuelve absolutamente nada de misticismo o locura, mucho menos temas fantasiosos como la reencarnación. No. De hecho, Horacio le dice a Talita que ella es la Maga y Talita, y mientras ella niega rotundamente ser la Maga, y odia ser vista como tal, él le asegura que entiende que ella es Talita, tanto en cuerpo como en mente, pero para él, al mismo tiempo, es la Maga.


Esto me recuerda mucho al principio sobre el cuál está establecida la lógica y el razonamiento de todo occidente, desde el principio de no contradicción Aristotélico, parafraseando: una cosa no puede ser dos cosas al mismo tiempo. Esto nos rige hasta lugares desconocidos y nos recuerda ese problema que se planteaba ya en el capítulo 73 más arriba. ¿Por qué Talita no puede ser Talita y la Maga? O, en término romántico, se ama o no se ama. ¿Por qué no se puede amar y odiar al tiempo? Así, con este pequeño bosquejo, se pueden hacer conexiones entre los capítulos, que van desde razonamientos filosóficos, muchos de corte lingüístico y existencialista, que desemboca en la vida de los personajes.

En estos momentos, mientras termino esta reseña, mi cabeza no hace sino desear darle una nueva leída a Rayuela. Lo cual haré, en algún momento, de manera más detenida, u organizando o participando de una nueva lectura conjunta. Pero realmente, me siento exhausto, además de frustrado, como feliz, de entender que esta obra es tan interesante y magnífica, que nunca se agotará en lectura o escritura.

Dejo, de manera intencional, el Glíglico y los capítulos que están escritos con una ortografía horrible adrede por el autor, pues estos son tratados ampliamente en otras páginas.

No siendo más, y con una ansiedad a volver a este libro. ¡No queda duda alguna que es cien por ciento recomendado!

Sin más que decir. Con cariño, 

R31k3.

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