Ficha técnica
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Título
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Noches blancas
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Autor
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Fiodor Dostoievski
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Editorial
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Nórdica
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Primera edición
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España
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Impresión
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2015
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ISBN
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9788416440047
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Cuando se habla de grandes escritores que por alguna razón han pasado a la historia de la humanidad, muchas veces tiene que ver con escritos míticos que escuchamos en algún momento, y que en ocasiones no llegamos a tocar. En otros tantos momentos, tomamos el riesgo de explorarlas por ese renombre. Y si bien esto hace parte del apetito del lector culto, puede ocurrir que nos quedamos con esas magnas obras, u obras mayores, y no nos detenemos en las que podemos denominar menores, pero que muchas veces ayuda no solo al lector principiante para ver los inicios de los escritores, como ampliar el conocimiento del culto, sino que terminan por no parecer relevantes a muchos e incluso se llegan a ignorar, o el extremo de desacreditar.
Así, por ejemplo, tenemos las diez novelas de García Márquez, pero poco renombre tiene su amplia obra periodística. Esta última que nutre no solo su estilo de escritura sino su universo. Para diversificar los ejemplos, pongamos a Immanuel Kant, cuyas obras más reconocidas son sus tres críticas y texto antropológico, y se deja muy de lado obras interesantísimas como Sobre la nitidez de los principios de la teología natural y de la moral. Ni qué decir de los marxistas ortodoxos, donde muchas veces desprecian las primeras obras de Marx, y toman por absoluto solo El capital.
En este sentido, con Dostoievski pasa algo similar. Donde teniendo cuentos tan llamativos como Una novela en nueve cartas, Un ladrón honesto o, en este caso, Noches blancas, se hace énfasis en los grandes volúmenes como Crimen y castigo, El idiota o Los hermanos Karamazov. Es por esto que, ad portas de una tentativa de iniciar con esos grandes volúmenes, y afortunadamente por una lectura conjunta, decidí iniciar por los cuentos y les traigo, el día de hoy, este cuento largo que, irónicamente, parece toda una montaña rusa de impresiones y emociones. Montaña rusa que viene bellamente ilustrada.
Hay que entender primero de qué va el concepto de Noches blancas. A diferencia de los países que nos encontramos más cerca de la línea del ecuador, conforme se aleja de esta, el clima varía y con ello la duración de las estaciones; en este caso habrá una diferencia respecto al día y la noche. Así, en el mes de Junio, en sus últimas semanas, y, en San Petersburgo, donde toma forma esta historia, la noche se verá prácticamente iluminada. Es decir, apenas hay algo de oscuridad.
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Tomada de es.rbth |
En este escenario encontramos a nuestro protagonista. Un joven del cual nunca sabremos su nombre, y que, según el mismo, se pregunta: “Quienes son todos? Porque llevo ocho años viviendo en San Petersburgo y no he sabido entablar ni una sola amistad. Pero, ¿para qué quiero yo esa amistad? Aun sin ella, me conozco todo Petersburgo” (pág. 7). De personalidad tímida e introvertida, y cuya mayor cercanía es una Matriona, el joven no tiene una vida social común.
Esto conlleva a dos características bastante importantes. Primero, al no tener esas relaciones sociales, se ve a enfocar sus esfuerzos en dos aspectos. Uno de estos es el observar detenidamente lo que le rodea, al punto de asegurar que, si bien nadie lo conoce, el sí conoce a los habitantes de la ciudad. Es un observador de personas, al grado que conoce desde su fisionomía a sus rutinas, pero esto no se queda ahí. De echo su observación se extiende a la misma ciudad, en donde entabla una conexión emocional con objetos inanimados como las casas, donde, una de ellas es de un color rosa claro, y se siente indignado cuando la pintan de amarillo.
¡Canallas!
¡Bárbaros! No se apiadaron de nada, ni de las columnas ni de las cornisas, y mi
amiga amarilleció como un canario. Por poco no se me altera la bilis por este
incidente y hasta hoy no he sido capaz de visitar mi desfigurada casita, a la
que cubrieron con el color del Imperio del dragón.
Tendrá actitudes de tristeza, si no es de depresión, que lo atacan sin saber tener una razón clara. Incluso, tiende a sentir un tipo de identidad con su pequeño y lúgubre lugar de vivienda, donde se acumula polvo y telarañas, entre otros, cuando un solo objeto está fuera de su lugar regular.
Esta personalidad da pie para que, al conocer tan cercanamente a los habitantes, como sus costumbres, se ofenda cuando estos tienden a irse de vacaciones, y no lo invitan. Es decir, parece que siente que la cercanía dada por sus observaciones distantes de una relación social real, le da derecho para sentirse insultado a no ser invitado. Algo bastante delirante.
La segunda característica derivada de su carácter, es la lectura continúa que sigue a un lenguaje que discurre entre lo elegante a lo enarbolado. Así, cualquier discurso que emita, cualquier diálogo que entable, ostenta un lenguaje más cercano a estar leyendo un libro que a uno más cercano a una conversación normal. Esto se ve más adelante, con la intervención de la segunda protagonista.
Así llegamos a la persona que entablará el centro de los acontecimientos del cuento: Nástenka. El encuentro se da de forma casual, tanto por el estado de ánimo de la joven de diecisiete años, como por el recorrido común que hace nuestro protagonista por las calles de la ciudad.
Apartada,
había una mujer apoyada en la barandilla del canal. Acodada en la reja, parecía
observar con mucha atención el agua turbia del canal. Llevaba un encantador
sombrero amarillo y una mantilla negra y coqueta. «Es joven, y seguro que
morena», pensé yo. A lo que parece, ella no había oído mis pasos, ni siquiera
se inmutó cuando pasé por su lado conteniendo la respiración y el corazón
latiéndome con fuerza. «¡Qué extraño! —pensé—, debe de estar muy absorta en sus
pensamientos», y entonces me quedé clavado. Me había parecido oír un sollozo
ahogado. Así era, no me había equivocado: la joven estaba llorando y su pena
aumentaba…
Esta es una joven sobreprotegida
por su abuela, único familiar en su vida. Esta última tiende a alejar a
cualquier pretendiente de Nástenka, aunque, eso sí, parece que disimuladamente
busca un buen hombre con el que ella logre casarse.
Así, en ese primer encuentro, entre dudas de plantear conversación con un desconocido, y una atrayente forma de expresión, nuestra joven le pone como condición para volverse a ver, que no puede enamorarse de ella. Que estará dispuesta a ser la amiga, pero, en una expresión coloquial, “el que se enamora, pierde”.
Dividida en seis partes: cuatro noches, dentro de las cuales, va la historia de Nástenka y, por último, La mañana, se desenvolverá un romance de apenas unos días, pero con la pasión, juventud e imprudencia que los corazones más jóvenes pueden llegar a vivir. Entre un futuro lleno de promesas de felicidad, y una realidad con la que se estrellan, y deben tomar decisiones que permitan continuar con la vida misma.
Algo que debo aclarar, y es una inconformidad con los lectores de esta obra, es la centralidad que le dan a la relación de nuestros personajes. Es solo acercarse a plataformas como Goodread, para ver como las reseñas destacan sobre todo el romanticismo del texto, y no está del todo mal. Pero si algo caracteriza a la literatura rusa es la psicología de sus personajes, lo cual solo hace que se enriquezca la obra.
Como ya delineé anteriormente, nuestro hombre es solitario, y, más allá de ser llevado por el autor por un camino que desemboca en una deseada “normalidad”, vemos su reiterada y lógica accidentada forma de interactuar. Su discurso bellamente adornado, pero fuera de los cánones de la convencionalidad, no terminan de convencer del todo. De hecho, si te encontraras con el en la calle, lo último que pensarías, seguramente, es en plantearle una amistad. De aquí se enlaza con Nástenka, que dada su historia y su juventud, deja que el dolor de la decepción, la lleve prometer cosas que no siente, solo para llenar un vacío. Su actitud es tan real y coherente, que puede terminar por ser odiada por más de un lector de forma injustificada, pues la presión de los eventos a su alrededor, más su impulso juvenil, conlleva acciones reprochables.
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Tomado de Republica.com |
Esto es lo que me parece central, más allá de la circunstancia romántica. Por que el amor pasa a un lugar secundario, en cuanto se plantea qué es amor en la obra, o que tipo de amor sienten los protagonistas. Qué entiende cada uno para ser consecuente con lo que quiere o desea. Igualmente, y aun más profundo, y sin dar spoiler, qué concepto de vida y felicidad tiene nuestro protagonista después de todo lo que sucederá.
En verdad, noches blancas, es una pequeña gran obra, que puede quedarse en una lectura superficial, de lectores novatos o poco reflexivos, o generar una impresión permanente de tan majestuosa escritura que retrata la psicología de los personajes como consecuencia de sus realidades.
Con mucho gusto, recomiendo esta obra.
Su reseñador, R31K3
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