Fincha Técnica
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Título
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Vida de una Geisha
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Autor
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Mineko Iwasaki
Rande Brown
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Traductor
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M. Eugenia Ciocchini
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Editorial
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Byblos
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Primera edición en español
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2004
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Impresión
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España
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ISBN
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84-666-1633-0
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El autor
Nacida el 2 de noviembre de
1949 en Kioto, Mineko Iwasaki, cuyo nombre original era Masako Tanaka, es
reconocida mundialmente como la más reconocida Geiko (geisha) de la segunda
mitad del siglo XX. Sea por su participación o litigio con Arthur Golden,
escritor de Memorias de una geisha, este
libro es una autobiografía en donde ella da a conocer, desde su propia vida, la
experiencia real de ser una artista, una Geiko; nos abre la
Argumento
Vida
de una Geisha nos narra los acontecimientos vividos por
Masako Tanaka, una pequeña niña de una gran familia de linaje ilustre pero que,
por una u otra razón, terminan como una familia de ingresos promedio. Es la
menor entre varios hermanos.
La primera vez que masaco
vio a Madame Oima, la mujer que sería la piedra angular para que su vida
cambiara poco a poco, fue cuando ella tenía tres años. Madame Oima era la dueña
de una Okiya (置屋),
establecimiento donde reside la maiko o la geiko mientras dura su contrato de
formación (iré con esto más adelante), y estaba interesada en la hermana de
Masako, Tomiko, para que se hiciera Geiko. Sin embargo, en esa visita, se fija
en Masako y hace el comentario a l padre es esta que está buscando una atotori (跡取り),
un heredero. Desde este momento comienza la pugna entre Madame Oima y la
familia de Masako (en general su padre), para que ella se determine entre vivir
una vida simple sin grandes expectativas, o recibir instrucción que la llevaría
a ser profesional en el arte.
Permítame
que explique lo que significa «entregar»
una hija. Cuando una niña se marcha de casa para ingresar en una okiya, sucede lo mismo que si fuera a un internado.
En la mayoría de los casos va a visitar a sus padres en su tiempo libre y
ellos, por su parte, están autorizados para verla cuando lo deseen. Eso es lo
habitual. Sin embargo, cuando una niña es elegida sucesora de una casa y de su
nombre, la propietaria la adopta para convertirla en su legítima heredera. En
ese caso recibe el apellido de la familia de la okiya y renuncia al suyo propio
para siempre (pág. 31)
Poco a poco, y por su gran
gusto por los kimonos, como por la insistencia de madame Oima y la condescendencia
de su padre (lo cual se puede traducir en la enseñanza de independencia que
debe desarrollar su hija), Masako va integrándose en la Okiya; una o dos noches
por semana, hasta pasar la mayoría del tiempo allí. Así Masako, al final de
cuentas, se unirá a la okiya Iwasaki para convertirse en atotori, sin embargo
será la última de esta okiya, pues al retirarse a la temprana edad de 29 años,
en el mejor momento de su carrera, decidirá cerrar aquella casa de geiko
Formas de lectura
Esta sección que he agregado
a esta reseña en particular es para poner de relevancia las dos formas de
lectura
que pueden hacerse de este texto
(aunque puede, claro está, existir más formas de leer este texto y cualquier
otro). En primer lugar una lectura ligera. Esta primera lectura implica un
conocimiento general de la vida de Mineko (o del personaje principal), desde la
cual solo es relevante algunos aspectos. Es decir, es una lectura superflua
pero que no busca especificidad. La lectura profunda, la segunda que se puede lograr,
sería identificada con una pre-crítica. Se hace énfasis en el libro como
representante de un contenido cultural e histórico. De este último tipo de
lectura daré algunas precisiones, expuestas en el texto, sobre la vida de una
maiko y geiko.
Como ya lo cité
anteriormente, la adopción, en este caso de Mineko, la obligaba a abandonar su
apellido. Cuando la niña en formación tiene como objetivo no solamente ser
maiko o geiko, sino atotori, su apellido debe cambiar por el de la Okiya. Así también, como en todo
internado o toda asociación humana, existe una jerarquía. Incluso es natural
con la ordenada y clasificatoria sociedad japonesa. En este caso:
Había
dos grupos. Tía Oima, vieja Harpía[1],
las geiko, las maiko y yo formábamos uno de ellos y Aba[2],
Kuniko, y las aprendizas y las criadas el otro […] Las integrantes del segundo
grupo llevaban ropa distinta, usaban otros lavabos y no comían hasta que
nosotras habíamos terminado. Les servían comida diferente y estaban obligadas a
sentarse en un extremo del comedor, junto a la cocina. Además, no paraban de
trabajar. (págs. 60-61)
Incluso los títulos dados a
las diferentes integrantes de la okiya o el ochaya (お茶屋), o casa de té, dependía totalmente de su
posición social y no de su edad. Podía existir maiko y geiko que tenían el
papel de hermana mayor así fueran menores que las recién iniciadas en la
instrucción. Por esta razón Mineko tenía gran poder dentro de la okiya siendo
una atotori; nunca fue una shikomisan, o
una aprendiz que trabaja bajo un contrato.
Los kimonos son uno de los símbolos
elementales de las geishas y, por su puesto, de todo Japón. Sin embargo, el en
ámbito social de las geiko el valor es aun incalculable. No sólo es un traje
tradicional de estas artistas, el kimono tiene un trabajo tal detrás de sí, que
una comunidad total resume sus esfuerzos en tan distintiva pieza:
Los quimonos, las vestiduras de nuestra profesión, son
sagrados para nosotras y constituyen un símbolo de nuestra vocación.
Confeccionados con las telas más refinadas y caras del mundo, encarnan nuestro
concepto de la belleza. Cada quimono es una obra de arte exclusiva, en la
creación de la cual ha participado su propietaria.
Por lo general, son
muchas las cosas que podemos deducir de un hombre o una mujer basándonos en la
calidad del quimono que viste: su posición social, su sentido del estilo, sus
orígenes familiares y su personalidad. Aunque haya pocas variaciones en el
corte de un quimono, la diversidad de colores, dibujos y telas es infinita.
La capacidad para
escoger un quimono apropiado a cada situación es un arte y la correspondencia entre
esta prenda y la época del año es fundamental. Los cánones del gusto
tradicional japonés dividen el año en veintiocho estaciones, cada una de las
cuales tiene sus propios símbolos. De este modo, en circunstancias ideales, los
colores y dibujos del quimono y del obi, el fajín, reflejan la estación: por
ejemplo, los ruiseñores en mayo, o los crisantemos a principios de noviembre. (págs. 86-87).
Entonces tenemos un
universo complejo, no sólo de simbología, sino de tradición y trabajo artesanal
resumido en “una sola pieza”. Pues si bien, el kimono como totalidad es una
sola prenda, su composición está dada por muchos elementos. Incluso la geiko da
sugerencias o ideas para el costoso diseño de esta prenda. Solo imaginemos la
destreza estética de la geiko para diseñar y escoger correctamente un kimono,
pues: “Los cánones del gusto tradicional japonés dividen el año en veintiocho
estaciones, cada una de las cuales tiene sus propios símbolos. De este modo, en
circunstancias ideales, los colores y dibujos del quimono y del obi, el fajín,
reflejan la estación: por ejemplo, los ruiseñores en mayo, o los crisantemos a principios
de noviembre” (pág. 87).
Esta artista en
formación tenía los dos niveles generales ya presentados: maiko y geiko. Dentro
de los cuales hay varios subniveles que se identifican, especial pero no únicamente,
con cambios en el peinado:
Después de más de dos años como maiko, se acercaba la
hora de mí mizuage [化鉚界], una
ceremonia que celebra el progreso de una maiko. Ésta cambia de peinado cinco
veces, como muestra de los pasos necesarios para llegar a ser una geiko y, para
representar esta transición de niña a mujer, se le corta de forma simbólica el
moño y, a partir de ese momento, la joven empieza a lucir un peinado más
adulto. (pág. 261)
Esta concordancia
entre kimono y peinada se llevaba más allá. No solo se cambiaban en ésta
transición de maiko a geiko, también cambiaba para otras ocasiones. Había peinados
para momentos informales o formales,
para antes o después de festivales, etc. Es así, que podemos afirmar que la
maiko y en especial la geiko eran ellas mismas una obra de arte, tanto por sus
finos trajes como por su desempeño profesional.
Debían ser, claro
está, perfectas bailarinas, tocar instrumentos tradicionales como el koto[3] (琴) y el shamisen[4] (三味線), versadas en el teatro Kabuki y el teatro nō.
Como eran damas de entretenimiento y amenizaban una celebración, y que recibían
a todo tipo de profesional, procuraban siempre obtener información valiosa
sobre los clientes a quienes prestarían el servicio. Si eran escritores
buscaban poder leer sus obras, igual con músicos, políticos, artistas, actores,
etc. Como eran las que mantenían la okiya sólo se dedicaban a estudiar y
perfeccionar sus talentos y a trabajar. Es así, que la geisha era el producto
del trabajo y profesión de toda una comunidad.
Crítica y opinión personal
Por su puesto no iba a
explayarme y hacer un ensayo completo sobre esta obra, pues podría arruinar la increíble
experiencia de leer este texto. Es así que si lograra colocarlo en porcentaje,
habría expuesto apenas un 8% de toda la cultura que nos da esta obra.
Iwasaki idealiza el símbolo
que es la geisha, no así quienes trabajan como tal. Encontraremos una realidad fuerte
en donde geiko son alcohólicas, otras desertan por amoríos (a pesar de que se estimula
un tipo de independencia una vez sean profesionales), rivalidades y envidias
entre estudiantes y profesionales, etc. En fin, trata de retratar lo más fiel
posible a la realidad. Aunque, como afirmé en la video-reseña, le daré un ocho
como calificación. Esto se debe a dos factores: primero, el final de novela, o
la última parte, cuando Mineko ya es profesional, es demasiado apresurado. Esto
puede deberse a que solo quería exponer como era la vida de la formación de una
geisha, sin embargo deja con muchas incógnitas al respecto. Segundo, no hay
nada interesante puesto que se sabe que ella se retiró de la profesión a la
prematura edad de 29 años, por tanto ya no estaba vinculada directamente con la
formación de nuevas geiko.
El punto de relevancia que
dejaré para este final es respecto a la relación de Mineko y el libro de Arthur
Golden
Memorias de una geisha. El
libro de Mineko nació en parte por una polémica generada por dicho libro y su
consecuente adaptación cinematográfica y también como respuesta a dicha
adaptación. Iwasaki tuvo conflictos con la comunidad de geiko pues se revelaba
demasiado de la tradición en la obra de Golden, a la cual ella contribuyo. La indignación
nace cuando Golden retrata a la geiko como una prostituta y esto, claro está,
es mentira. Iwasaki deja claro en su libro que había otras artistas, que si
bien estaban versadas en varias artes igual que las geiko y usaban tropas
similares, su función era diferente. Mientras la geiko era una artista, la Oiran (花魁) era
una prostituta de alto rango. Estas referencias siguen mezclándose hoy día. Sea
por la ignorancia de quién habla y del poco interés por la cultura de este
lejano oriente, al menos, la apertura globalizada está permitiendo aclarar tan
horrible confusión que afecta a toda una cultura.
No siendo más, espero te gustara mi
reseña. Ya sabes, no puedes evitar leer tan magna obra y permitirte un
acercamiento a esta cultura. Espero este libro te aporte mucho.
Con gusto, su
servidor, Reike.
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